Oficialmente excentrada, sin saber qué hacer con los pies, las manos y los dedos. Sin saber qué hacer con la boca ni con los genitales. Oficialemnte excentrada, sólo sé fumar y leer los pizarrones de la universidad; escuchar las melopeas vanales de los 90´s en el ipod. Sé caminar hasta la facultad y de regreso, sé sentir el frío y el calor de invierno, sé mirarte caer de borracho.
Me cuentan que polacas es tierra sin dios; me ofrecen una botella de tequila blanco en las áreas verdes de algún donde; oficialmente excentrada rechazo la oferta cuando, una persona dentro de mí, hace no muchos meses, hubiera abierto la boca y, entre otras cosas, las piernas para disfrutar.
Será que no estás tú ni tu boquilla con la que puedo compartir la botella; será que las caminatas vespertinas, los viernes, en busca sólo dios sabe de qué necesidades, eran más atractivas de tu mano. Será tu ausencia la causa de mi madurez involuntaria, sólo puede ser ella la que me tenga excentrada cuando más atención necesito poner a los amigos de mis amigos; si no eres tú no encuentro un tercero que me haya expulsado de mi eje, de mi objetivo o carencia de uno, ya que todo, desde que te fuiste, sigue igual.
No te diré que te extraño ni que esta composición desde su inicio era para ti. Es más, me sirve que estés emborrachándote en la costa y no cerca de la persona vulnerable en mí. Porque sé que lo estás haciendo, cerca del mar y, en las noches de pink floyd, una aguja entra en tu epidermis hasta tocar la vena principal. O en las tardes en las azoteas que tanto gusto nos daban en la vagancia, fumarás cigarro tras cigarro como yo en la capital; de ves en cuando un grumo de hachis caerá en tu garganta y, en los colorados prados de otoño tu imagen de hada en el fango se moverá en la armonía musical. Ya te veo, siempre te veo. Tampoco dejarás pasar la oportunidad de fregarte las paredes de la nariz con cocaína, y si alguna otra sustancia llega a tu negligente conciencia cívica, la aceptaras con un por qué no.
Puede que exagere y que en realidad, del otro lado de la república, seas tú la que me culpa de tu salud y tus buenas nuevas amistades. Hasta hay la posibilidad de que esta descripción se quede corta y las decisiones que te adjudico sean mas bien inocentes.
Toda en ti pienso, con tus variantes y tus azares, con tu brisa marina en la frente, y esa idea de París que me contagias.
Cigarro en mano, la capital está más bien indiferente, sucia, cansada. Los tacones que traigo lastiman la planta de mi pie número tres, cigarro en mano mi amigo contiguo ahuyenta el humo con su muñeca y me habla de sus visiones de escritor. Cigarro en mano sólo de el humo filtrándose por mis labios puedo sentirme orgullosa. Cigarro en mano les miro, a los amigos de mis amigos festejar su viernes insípido e incultural. Uno de ellos orina cerca de un árbol, gritando que a quien se le antoje, no le dará. Cigarro en mano amo sin ser amada. Cigarro en mano me pregunto, por milésima vez en la semana, ¿qué hago aqui?.
Cigarro en mano, el teclear y el maquillar mi desgracia para pronunciarla más, es un acto que me protege de la responsabilidad. ¿Te acuerdas cuando en cualquier museo del la ciudad nos aislábamos? Sigo practicándolo. Sola y mirando, con cigarro en mano, desde el barandal de San Ildefonso, pasar las parejas abrazados, señalando con sus deditos y su curiosidad las esculturas de Antony Gormley, donde hace poco coloreábamos ambas el Antiguo Colegio. Entre los rincones algún beso extraviado ameritaba la atención en los pasillos.
Ya ves, aquí me tiene el año después a cada nuestras travesuras citadinas: robos, mareos, drogas tiernas en la Tacubaya y en los días más serenos, un café. Ciudad Universitaria es enorme para mi alma. El ruido externo y las risas me inclinan a la reflexión. Contemplativa, en una vida de tranquilidad participo esperando el día en que vuelvas.
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