martes, febrero 09, 2010

Apuntes cortos de febrero (II)

Ya sin la nostalgia, ¿qué soy? Un híbrido cultural que está atento a la pizarra donde continuamente se repasan las lecciones que debe aprehender. Un homínido que tomó la escritura en la prehistoria como insignia de singularidad entre toda la naturaleza. Ya sin nostalgia, ¿qué soy? Un par de ojos perplejos con una conciencia saturada de un material imperecedero de teflón que no se interesa por nada, que no hace nada, que camina con los pies pesados en el asfalto buscando mínimo antes el pasado y ahora nada.
Ya sin la nostalgía qué soy, Ya sin el recuerdo que me encontraba cruzando la avenida de la ciudad y sin el deseo taciturno que a nadie le cuento de remoldear los días hechos aun con todos los miserables errores, ¿que soy?. Ya perdida la nostalgía, ya roto el cordón umbilical que lo sujeta a uno con su pasado, ¿qué soy?.
Ya sin el amor, ¿qué soy? ya sin esa mínima parte que mirándote en el andén se percibía se movía dentro, ¿qué soy?. Un concepto antropomorfo que a las horas de dormir se duerme sin pensar en otros. Un concepto puramente biológico sin ánimos o esperanzas de procreación, un concepto con botas pesadas caminando sin la dirección que antes usted me daba. Un concepto que se engaña engañando a otros con que se mueve. Ya sin el amor, ¿qué soy?. Ya sin ella, sin la irracional busqueda del concepto par, de sus brazos pares en mi cintura que al él le debió parecer en algun momento par, qué soy sino un bulto sin temores ni amores en el vientre,  sin sospechas ni sonrisas en los amaneceres, qué soy, sino un escucha que recibe a todos los muertos del planeta y de usted ni una llamada que done vida.
Ya sin usted, ¿qué soy?.
__________________________________________________________________________________
Pintura: Impresionante soledad, Krysia González.

Etiquetas: , ,

martes, diciembre 08, 2009

Ô Satan, prends pitié de ma longue misère! (II)


Hace un día tranquilo, lejanas las consecuencias de no cumplir con las responsabilidades, no hay alquiler que pagar, no hay cigarrillos tampoco, en la alacena una botella de vino blanco inconsumible, en el buró quince o veinte películas que fui comprando a lo largo del año y que aun no he visto. Si miro bien mi recámara, no deteniéndome en los detalles del desorden renovable como la ropa interior femenina fuera de su lugar (nunca ha tenido un lugar) o esos volúmenes literarios que no leeré pronto pero igual están repartidos en la cama, escritorio y alfombra o las cinco tazas vacías donde bebí café toda la semana, con pretexto de planes de estudio mas en realidad sólo con la intención de escuchar música toda la madrugada. Ni escribiendo, ni tocando, ni pensando seriamente, ni dibujando, ni creando, sólo escuchando a eso de las tres de la mañana con ganas reiterantes de orinar y unas agruras que ayer me obligaron a beberme media botella de un medicamento con caducidad en marzo de este año. Si la miro bien, mi recámara, tratando de abstraer los diversos objetos multimedia y demás, me doy cuenta, un poco triste y sintiéndome patética, que alrededor, lo único que hay, ya sin sus características, son utensilios que van esperando hace buen tiempo a alguna persona que deseé usarlos. La botella y la colección amateur de cine de arte sobre todo.
No es un cuarto muy grande ni muy aseado, dios sabe que he intentado tenerlo todo en orden últimamente; ni si quiera tiene una televisión, no ya de plasma; muchos menos un DVD. Aunque haya unas bocinas blancas algo sucias que hacen falso contacto con el ipod cada que intento escuchar azarosamente mi lista de un millar de canciones, nadie viene a ver cómo he decorado mi pared blanca con algunos logotipos que me hacen sentir parte activa de toda esta comunidad. Comunidad de escritores, comunidad universitaria, comunidad de admiradores de Mafalda.
Murmura la máquina en las tardes, hace un ruido insoportable cuando quiero revisar qué de nuevo tienen mis amigos en el Facebook. Como es diciembre tengo mucho tiempo libre por el periodo intersemestral, lo invierto rutinariamente en el piano y un poco en la literatura; mi literatura, la que está siempre en construcción buscando por la red a sus lectores.
Se me ocurren muchas frases para justificar mi actividad sobre el teclado. Así como para fumar, existen en mí periodos cíclicos para escribir prolíficamente. Como ya casi no vivo fuera de la universidad ni de mi familia, como ya casi no bebo muchas copas ni consumo mucha droga, como ya casi no tengo malas amistades ni a causa de ello malas decisiones, me queda por relatar, sentada sobre mi sofá, las cosas vistas. Siempre a un año de distancia. Como soy mala para inventar historias de magos o vampiros, relato a veces hasta con la tv prendida, cómo fueron mis hechos. No es que no tenga nada mejor que hacer, he estado evadiendo mis exámenes finales de la facultad las dos últimas semanas; le debo a la biblioteca dos libros de cálculo con tres o cuatro días de retraso, un amigo dijo que me llevaría mañana al cine pero resulta que está muy ocupado con el álgebra. Es, que no quiero hacer nada que esté intermitente, es esta estúpida decisión de rebeldía e inactividad, una huelga contra no sé quién que lleva ya varios años jodiéndome el promedio y las expectativas de vida. Esto de escribir, esto de recordar, esto de desvelarme sin razón válida pueden considerarse como una fuga saludable, una evasión de impuestos fiscales. Me gusta mi oficio, oficio de escritor satírico, desahuciado, ateo, desesperanzado, abandonando por sus amores y por sus amigos que ahora son politólogos, drogadictos, matemáticos, pintores o pedagogos, escriben ensayos amables todos los días, demuestran la razón de ser de entes que son parte de una naturaleza para la cual se necesita ser un axiomático clarividente, pintan infatigablemente con un mujer desnuda en sus camas y  música de Tiersen a buen volumen, se inyectan o se inhalan entre ellos en un orgía vespertina cerca del mar. Filósofos que estudian a los presocráticos todo el día, luchando internamente con sus argumentos y sus influencias para llegar a crear un método con inspiraciones cartesianas; economistas que beben en su universidad y conquistan a rameras hijas de familia; actores que fracasarán y latinoamericanistas que asisten entusiastamente a las llamadas de atención de un sindicato extinto: mi generación de invidentes eruditos tratando de destrozar o construir al mundo. Y a mí, escribiendo, se me renueva la fe que pierdo cuando el resto de mis proyectos los he echado a perder.

Etiquetas: , , ,

lunes, diciembre 07, 2009

Ô Satan, prends pitié de ma longue misère! (I)






Tengo una nueva forma de evadir mis impuestos fiscales. Es cierto, no tengo ni una jodida idea de qué sea eso que los adultos pagan por mi existencia. Llamemos impuestos fiscales entonces a mis deberes de estudiante de veinte años. Se dicen pocos pero en realidad son muchos para mí. Lo pienso de esta manera: dos décadas. Hay gente allá afuera que con sólo un lustro de años muestra tremendas habilidades para todo: música, matemáticas, deportes, literatura, pintura, cocina, contrabando. Tengo que presumir que cuando tenía seis o siete años le escribí una carta a dios que provocó que la directora quisiera escucharla de mi voz. Me regalaron un dulce a cambio, el cual, ocasionó la primera ruptura entre la muchachita delgadita de nombre Elizabeth que sería mi amiga los cinco años restantes que duró mi estadía en esa primaría devota a Jesús, y yo. Debió ser eso que los cristianos llaman envidia, el punto es que Elizabeth me dejó de hablar por causa del padre todopoderoso. Tiré el dulce y volvimos a ser amigas para continuar peleándonos rutinariamente hasta mi último día en esa institución. Pude continuar mi carrera de católica que no asiste a la iglesia ni ama a dios por sobre todas la cosas pero la escuela estaba mal ubicada, mis compañeros eran ratas egoístas y sin vocación de humanistas que podían recitar el credo en italiano y en español; de padres que trabajan en oficinas y cumplen con las colegiaturas puntualmente, me falta decir que sabían persignarse. No era lo mío ni lo de mis congéneres pagar para que un párroco perdone mis pecados una vez al mes. Bien, tendré que reconocerlo. No era lo de nuestro presupuesto seguir costeando la existencia de las monjitas que te sacaban el dinero cada que podían con sus quermeses y sus donativos a la capilla. ¿Pero por qué empecé a escribir sobre mi primaria? Es que tenía una construcción interesante, por todos lados había pasadizos secretos que alimentaban la morbosidad de sus alumnos. Todavía tengo sueños sobre ella por no sé qué razón de mi inconsciente, cualquiera diría que estoy resentida con las maestras normalistas que tenían problemas en sus matrimonios. Me hace cantar ahora Another brick in the wall. 

He venido pensando ha tiempo corto atrás que son las personas que la televisión mundial te presume la razón de que uno se sienta inútil. Esos que lo logran todo en poco tiempo, esos que nacieron con bonitas habilidades, esos a los que todo se les acomoda a favor. Darwin y mi camarada Alejandro se cagarían si me oyeran decir ésto, pero es, que a veces uno se siente acosado por las figuras públicas que la historia y Biography Channel te relatan: gimnastas, actores, cantores y esos putos rusos que saben hacerlo todo bien. La cagaron en el socialismo es cierto, pero no fue culpa suya, el socialismo, ya sea con Trotsky o Stalin, estaba bien predispuesto a volverse dictadura. Mi actitud es determinismo barato, no hace falta que me lo comenten, bien lo sé mientras escribo ésto, pero mi humana condición es sentirse a veces inferior por las causalidades que pare el mundo. 
Que todo se logra con trabajo y algo de fe, no me lo vayas a repetir poque te escupo. Lo sé. Los medios masivos están paradojicamente llenos de mensajes de violencia, mentira política, propaganda inservible y autoayuda. Un error en la matrix. O será parte de la Conspiración hacernos creer que con sólo desear y trabajar un brasileño de las fabelas puede llegar a ser un ciudadano higiénico de Beverly Hills. Pienso en 1984 ahora. Tengo amigos que me lo niegan pero soy de las paranoicas que opinan: vas que vuelas para allá, sociedad. 
Al cine le encanta hacer el remake de historias de fama, es decir, tal jovencito quiere triunfar en la música. Y ahí los tienes, cientos de films que cuentan la vida de artistas ficticios o reales que luchan por sus sueños. Vaya frase más molesta: luchar por tus sueños. Le hace pensar a uno en sus propios deseos y si de verdad uno está, tal cual, como los protagonistas,  luchando por conseguirlos. Luchando. En toda la extensión de la palabra. Partiéndote la madre en las audiciones, soportando burlas y decepciones. En el mejor de los casos tu vida puede ser como la de Julia Roberts en 28 días: una que otra dificultad pero el final es sanamente aprobado por dios. Te puede ir un poco mal, pero aun dentro de lo aceptable, y convertirte en un Modigliani que, bien es cierto, el tipo muere a causa de su adicción, pero el tipo tiene hoy en día una película en su honor. Aunque hay que aceptarlo, uno tiene la posibilidad de ser un triste personaje en Requiem for a dream: terminar sin un brazo, en la cárcel, en el psiquiátrico o en un departamento de caballeros aristocráticos, todos mirando cómo entran y salen los juguetes sexuales de tu ano. Son el tipo de cosas que duelen escribirse y mirarse un fin de semana en el reproductor de video. El tipo de cosas que uno teme para sí mismo y para su descendencia, el tipo de cosas que a veces uno ve en sus casas un domingo en la madrugada, el tipo de cosas que le provocan a uno la desgracia. Hay que acostumbrarse a ellos y mirar el futuro con un toque didáctico de fatalismo. Diría Jodorowsky: No hay que sentirse superhombres. La pena, el fracaso y sobre todo la bien sabida muerte están volando fuera de nuestros parabrisas esperando turno en la sala de estar donde todo el sufrimiento ajeno que uno ve en Mujer, casos de la vida real hace fila impaciente para asaltar a estos hombres, que, aun con tanta civilización y enciclopedias, no hemos dejados de ser curiosos aldeanos asentados bajo las faldas de un volcán activo. 
Oh satán, ten piedad de mi larga miseria, Baudelaire.


______________________________________________________________________________________________

Etiquetas: , , ,

domingo, noviembre 15, 2009

Saca una botella.


Domingo 15 de noviembre, no tiene caso repetir la fecha aunque es una buena apertura de texto.
Los ojos terriblemente secos cuando ayer estaban copiosamente empapados, por la mente no cruza palabra alguna que desee participar en un poema al presente domingo 15 de noviembre. La tarde parece mañana, la televisión ofrece sus conversaciones inagotables mostrándonos en los comerciales la alegría a la que deseamos llegar. ¿dónde está esa gente feliz? ¿cómo uno puede llegar hasta ella? El cancionero de Silvio está poético y revolucionario, desde el fondo de la mente débil una petición de pertenencia sube a mi voz. Busco un medio que me lleve hasta las hazañas del Playa Girón. El reproductor sigue hablando desde la mañana, hoy dormí plácidamente hasta las 12 con la puerta bien cerrada y el seguro del picaporte vigilando que nadie entrara. La conciencia dejó sus funciones muy temprano o muy tarde para devolverme mediante el sueño a la realidad. La gata Varela canta su repertorio de arrabal desde las bocinas, fuertemente y reclamando a ese tercero que regrese o se vaya sin volver. Pink Floyd inagura el medio día con su depresión, desde la sala un ser inerte y lujurioso se ensombrece en sus mareos personificando la letra de la canción, plácidamente paralizado. Sólo por molestar la música va subiendo de decibeles, mi recámara está llena de peticiones al presente que se enajena con alcohol. Yo doblo mi ropa, acomodo por orden de abecedario los libros que escribieron mis héroes literarios, los volúmenes que contienen en resumen y de manera pedagógica los tratados matemáticos desde la prehistoria. Exagero, en realidad todo empezó con los babilonios. La terna por antonomasia de la generacion beat en el librero. Un único tomo de Cortázar. Dos reflexiones políticas de Maquiavelo y una de Rosseau. Los compilados literarios que un maestro me regalara hace poco, ¿Hay manera de hacer esto más lacónico?
Yo no quería llegar a esto pero me has obligado. Joaquin Sabina sustituye a Malena con un tema que te entalla bien: Tan joven y tan viejo una conciencia en la sala se arrepiente, escucha, se lastima, tiene hambre, tiene ganas desauciadas de venir hasta mi cama y decir: Hey camarada, saca una botella. 
¿Hay manera de hacer esto más deprimente? Claro que la música ayuda y ese instinto de colocar las cosas en su respectivo lugar. Ni triste ni desesperanzada me voy sintiendo orgullosa de las palabras que voy tecleando. Es en serio, no es majaderiía ni llamada de atención: el rudio que mi dedo hace al golpear en todo el teclado es catalizador. ¿Es un gran llamado de atención la literatura? ¿Es un volcadero de lágrimas innecesarias y secas? ¿Es buzón de quejas y sugerencias?
Atrincherada en mi casa esta vida es endeble.
Hey camarada, he dejado de sentir los dedos y los ojos, no siento la mente, no tengo respuesta del corazón. Me ha entrado el delirium tremens, en la bolsa de mi pantalón sólo hay trece monedas, la cartera está vacía de billetes y repleta de los amuletos de un proletario. Salgo a caminar hambriento pero no por comida ando; en el jardín mis hermanos de condición se emborrachan sin redención mas me ignoran. La familia se distrae con el box que vende TV Azteca. Yo, sin dinero con que alimentar este incógnito impulso, miro la constelación que la bóveda celeste me ha traído. Soy el obrero más curioso. En noches como esta mi urgencia de dolor se voltea a menear el pasado. He pulsado ya todos lo puntos dolosos que recuerdo, pero no hay respuesta . Sola, la constante inclinación hacia el error me menea como viejo lobo de mar por los conocidos barrios. Me he pasado veinte años de vida estudiando la mente pero no sé nada de mí. Oficialemte excentrado, sin saber qué hacer  con los pies, las manos, los dedos. Sin saber qué hacer con la boca ni con los genitales. Oficialmente excentrado, sólo sé beber. Saca una botella le pido a los traseúntes. Saca una botella le pido a la familia. Saca una botella me exigo. Es fin de semana largo y lo único que lamento es que los bancos estén cerrados. ¿Mi pretexto? Es que mi perro se ha ido. 
Casi las cinco de la tarde, la tristeza dejo de ser tristeza. Hay algo en mi vientre que me avisa que tengo hambre. Los labios están secos y en el messenger nadie en calidad de receptor se conecta. No quiero más opción que la de seguir perpetuando el ruido de las teclas y los dedos. Quisiera salir a reír con el pintor de las mujeres soles. Escuchar su terrible barbaridad de adolescente. Mi casa está sellada. Es domingo y las ganas de bañarme nunca alcanzan cada semana para cubrir este día. Los olores corporales no me avergüenzan. Los libros que pedí indecorosamente prestados a la biblioteca no me interesan. Tengo escondido en la cartera un malboro que no puede ser fumado. Mi frigorífico está descompuesto y dentro la comida se ha puesto hedionda. La música y la exhaustiva descripción de mi alrededor me han exprimido el deseo de ser víctima o victimario. Sólo tengo el impulso de que este texto se siga expandiendo sin ilación. Que siga creciendo. Mejor eso que robar, dijo Víctor Hugo.

Ilustración: Yair Ibañez"Mirada Hindú"


Etiquetas:

viernes, noviembre 13, 2009

Saca un cigarro.


Oficialmente excentrada, sin saber qué hacer con los pies, las manos y los dedos. Sin saber qué hacer con la boca ni con los genitales. Oficialemnte excentrada, sólo sé fumar y leer los pizarrones de la universidad; escuchar las melopeas vanales de los 90´s en el ipod. Sé caminar hasta la facultad y de regreso, sé sentir el frío y el calor de invierno, sé mirarte caer de borracho.
Me cuentan que polacas es tierra sin dios; me ofrecen una botella de tequila blanco en las áreas verdes de algún donde; oficialmente excentrada rechazo la oferta cuando, una persona dentro de mí, hace no muchos meses, hubiera abierto la boca y, entre otras cosas, las piernas para disfrutar.
Será que no estás tú ni tu boquilla con la que puedo compartir la botella; será que las caminatas vespertinas, los viernes, en busca sólo dios sabe de qué necesidades, eran más atractivas de tu mano. Será tu ausencia la causa de mi madurez involuntaria, sólo puede ser ella la que me tenga excentrada cuando más atención necesito poner a los amigos de mis amigos; si no eres tú no encuentro un tercero que me haya expulsado de mi eje, de mi objetivo o carencia de uno, ya que todo, desde que te fuiste, sigue igual.
No te diré que te extraño ni que esta composición desde su inicio era para ti. Es más, me sirve que estés emborrachándote en la costa y no cerca de la persona vulnerable en mí. Porque sé que lo estás haciendo, cerca del mar y, en las noches de pink floyd, una aguja entra en tu epidermis hasta tocar la vena principal. O en las tardes en las azoteas que tanto gusto nos daban en la vagancia, fumarás cigarro tras cigarro como yo en la capital; de ves en cuando un grumo de hachis caerá en tu garganta y, en los colorados prados de otoño tu imagen de hada en el fango se moverá en la armonía musical. Ya te veo, siempre te veo. Tampoco dejarás pasar la oportunidad de fregarte las paredes de la nariz con cocaína, y si alguna otra sustancia llega a tu negligente conciencia cívica, la aceptaras con un por qué no.
Puede que exagere y que en realidad, del otro lado de la república, seas tú la que me culpa de tu salud y tus buenas nuevas amistades. Hasta hay la posibilidad de que esta descripción se quede corta y las decisiones que te adjudico sean mas bien inocentes.
Toda en ti pienso, con tus variantes y tus azares, con tu brisa marina en la frente, y esa idea de París que me contagias.
Cigarro en mano, la capital está más bien indiferente, sucia, cansada. Los tacones que traigo lastiman la planta de mi pie número tres, cigarro en mano mi amigo contiguo ahuyenta el humo con su muñeca y me habla de sus visiones de escritor. Cigarro en mano sólo de el humo filtrándose por mis labios puedo sentirme orgullosa. Cigarro en mano les miro, a los amigos de mis amigos festejar su viernes insípido e incultural. Uno de ellos orina cerca de un árbol, gritando que a quien se le antoje, no le dará. Cigarro en mano amo sin ser amada. Cigarro en mano me pregunto, por milésima vez en la semana, ¿qué hago aqui?.
Cigarro en mano, el teclear y el maquillar mi desgracia para pronunciarla más, es un acto que me protege de la responsabilidad. ¿Te acuerdas cuando en cualquier museo del la ciudad nos aislábamos? Sigo practicándolo. Sola y mirando, con cigarro en mano, desde el barandal de San Ildefonso, pasar las parejas  abrazados, señalando con sus deditos y su curiosidad las esculturas de Antony Gormley, donde hace poco coloreábamos ambas el Antiguo Colegio. Entre los rincones algún beso extraviado ameritaba la atención en los pasillos.
Ya ves, aquí me tiene el año después a cada nuestras travesuras citadinas: robos, mareos, drogas tiernas en la Tacubaya y en los días más serenos, un café. Ciudad Universitaria es enorme para mi alma. El ruido externo y las risas me inclinan a la reflexión. Contemplativa, en una vida de tranquilidad participo esperando el día en que vuelvas.




Etiquetas: ,

lunes, noviembre 09, 2009

Interludio.




Tengo un vicio, y es que no me gusta estar en tiempo real.
Eso no sucede siempre, hay ocasiones en las que mi atención se expande recreativamente.
Esta madrugada estuve en vela, nunca duermo con la puerta abierta, por terrible miedo a los duendes del mal; mas hoy, a aquello de las 4:40 am, decidimos, yo y todos mis muñecos de ventrílocuo, esperar al Sueño con la puerta entreabierta.
Lo aguardé, esperanzada en la idea de un mañana que ya me había alcanzado; temerosa a intervalos de la noche si es que un crujido de madera o conciencia se hacía en la estancia. Por eso no duermo con las puertas abiertas, me recordé cuando, en posición de feto, creí vislumbrar, asomado en el borde de la pared a un hombrecito.
¡Fantasía menina! pensé cerca de setenta veces.
La vejiga estaba quieta, ni rastro de hambre en el espacio del cerebro encargado de esas funciones. No habían razones fisiológicas para saltar de la cama al baño, enceder  las luces de toda habitación disponible a mi temblorosa desesperación y ocultarme en un rincón escuchando ruidos de choferes.
¡Terrible noche de madrugada! ¡Malditas cafias! El miedo presiona con sus flechas por distintas direcciones. Miedo irracional miedo irracional miedo irracional, ya mi única oración a repetir a las 4:50 de la mañana. Y el sol y el sueño retrasados; y yo, confidente de aquél tercero que duerme en otra recámara, invadido de mareos etílicos con reproches de su triste pasado.
Pasado, agujero al que a voluntad descendemos en busca de sustitutas alegrías o peligrosos motivos para tomar la maldita botella que un puto mundo frívolo nos vende.
El arte la vende.
Brandy la vende.
Los amigos, sobre todo los amigos, la venden.
La familia la vende.
El pasado la promociona a 2 x 1 tu degracia.
El difunto Neal Cassady la vende.
En ocasiones, me ha tocado, los profesores la venden
Dios, el mayor distribuidor, te la vende si es que dejas de pactar con él.
Cinco en punto, mi redentor está atravesando la cortina con la luz eléctrica de mi vecino; se acaban los pensamientos continuos, los parpados se desvanecen sin resistencia, la comisura de mis labios se abre, es ya la única razón de conciencia en esta sala, donde la noche, la música y su pasado me atan al miedo noctámbulo de mi tercero. 
Ya ves, el día no amanece, Polaco Goyeneche, cantáme un tango más...




Etiquetas:

lunes, septiembre 28, 2009

Vicir contigo (3)


Puedo comenzar diciendo que son mi materia principal: recuerdos, anécdotas, experiencias, vivencias, pasajes, memorias... un largo etcétera de sinónimos que nombran una sola cosa, una sola acción mental, una regresión. Todas, las diversas formas filológicas de nominar al recuerdo: útiles adornos literarios. Cada palabra para cada nuevo estado de ánimo o estado de creación.
Pero el recuerdo, esa actividad sedentaria y dolorosa, aún más importante que el Amor (sí, el amor; el padre del universo, el camaleón, el imitador, el defraudador por antonomasia) qué es.
Un producto según su calidad gramatical, una manufactura; el algo interno de inestimable valor, de incalculable devaluación que pertenece a una doble naturaleza inherente de pasado y recreación. Tuvo que ser vivencia primero que se almacena, según su preferencia, en los primeros o últimos peldaños de la memoria; hay nepotismo ejercido contra uno mismo al recordar. No se califica un evento por la moraleja que dejó sino por la sensación placentera con la cual nos contaminó tres minutos o tres días. La elección de un suceso como trascendente no se determina por la utilidad, más bien por el bienestar momentaneo que ejerció sicomática y mágicamente; evento cual se repite en el instante débil de los hombres que, no pudiendo reemplezar o superar los viejos estados orgiásticos, se ven necesarios a repetir la anécdota incontables veces. Se da un proceso doble de creación en la que el pasado es renovado o deformado hasta conseguir el símil de exitación interna, nunca pudiendo igualar la sensación mas, quién la recuerda en esencia si al rememorar se practica el reemplazo a conveniencia del usuario.
El placer, nos repetíamos, tirados, sobre el sillón, verano fuera, cerveza en mano. El placer, me complacia involucrarlo cada que tu conversación se conducía sin querer hacia su doctrina y, yo, insuficientemente acostumbrada a definir otro concepto, te decía, por mero gusto gramatical, el placer.
La gorda curva de mis ambos ojos empezaba a ser hilera teñida con cautela de una toanalidad bermeja. Cierto que el sueño ya operaba mis juicios recurrentemente insípidos y decadentes; cierto que tu vientre y buena parte de tu esófago producían tonos casi igual de incongruentes que mis mal intencionadas frases; cierto que los ruidos que venían de tus entrañas inspiraban más curiosidad que todo el conjunto de teorías y hazañas que relatabas con elocuencia tuya; cierto que ambos, tus procesos orgánicos y mis relatos, coincidían en repetirse a pequeños intervalos; cierto, últimamente, que el placer es mejor escuela que el amor. No has aprendido nada de mi cine, el placer lo es todo, debí decirte tal aforismo-cliché cerca de cinco veces , tú asentías por convencimiento pasajero, para no desentonar con la cerveza, la música, el verano, la avenida y esa mejilla mía devota a tu falso ombligo.
Pareces feto, concluías.

Etiquetas: ,

sábado, agosto 29, 2009

Lo siento vecino.


Vecino, ya no hay un perro que vaya ladrarte cada que subes las escaleras hasta tu puerta.
Te escuho, brevemente y por debajo de Tania Libertad, subir con tu calzado seco; abrir después la verja que proteje tu departamento. Rechina y eso hubiera bastado a mi perro pa´ladrarte con su furia de raza pequeña y blanca por razones que sólo él conoció; no nos culpes de sus preferencias, se me ocurre decirte que a él no le agradaban los homosexuales.
Lo siento vecino, no soy yo; es el perro.
Hasta fui un sábado, hace pocas semanas, a la marcha gay; en tu representación quizá, ya que no te vi alegre bailando sobre un carro alegórcio, o gritando semidesnudo bajo la gran lluvia, como una loca; o exhibiendo lo que no te merezes y te cuelga entre las piernas; vistiendo el falo con figuritas rosas o purpúreas; tu foco de infección.
Lo siento vecino, no soy yo; es el perro.
Hasta mi mejor amigo es como tú. Algún día habrán de tocarse en un cuarto oscuro o en el último andén del metropolitano a horas inmorales. No creo vecino, ni te hagas a la idea. No eres su tipo.
Lo siento vecino, no soy yo, es el perro.
Ya puedes subir tranquilo, respirando humedad de septiembre en vez de orín de Maltés. Ya puedes sentarte a platicar con tu novio sobre Gloria Trevi sin escuchar al canino ladrar enfadado por razones que sólo él conoció.
No eres el primero.
Teniamos un perro cuando vivíamos en una vecindad, en frente de las vías. Era hembra y homofóbica. Por esas fechas nuestro vecino era un travesti; vulgar, estilista. Mi cachorra lo odiaba. Le tocaba subir, a la Choca, por unas escaleras de fierro hasta su puerta, a la que siempre le faltaba una ventana; es admirable el olfato de los perros, ella te ladraba desde antes que salieras del metro.
Lo siento vecina, no era yo, era la perra.
Hasta mi mamá te hablaba con cariño y te pedía que cepillaras mi cabello incorregible.
Vecino, el perro se ha ido. Me conviene decir lejos , por razones poéticas y, hasta es cierto. Cuéntale a tu madre, cuéntale a tu novio, cuéntale a tu hermano. Les darás una gran noticia. Tal vez ya podamos ser amigos y saludarnos 500 veces al mes sin utilidad cuando nos cruzemos. No creo.
Lo siento vecino, no era el perro, era yo.


Etiquetas:

jueves, agosto 20, 2009

Justificaciones...

Da gusto que afuera llueva. Un gorgoteo comienza despacio, precedido por las nubes solemnes. Veánlas, en verdad son graves y tienen caracter al presentarse en la ventana. Anuncian truenos, chapoteos, fríos, ventarrones pero no pierden serenidad. No dejan de tratar el tema del clima sobre la tierra con respeto. Qué va. Me estoy poniendo corriente, hablando de la lluvia como los seudopoetas que se dedican sólo a rimar.
Los cementos con que está construída la ciudad se humedecen, las ventanas se llenan de puntos transparentes que escurren. Revientan en el cristal y dan ganas de escuchar una música inteligente que acompañe el observar las gotas. Ni hablemos del ruido constante, ese repiquetear seco en el alféizar; lo que resbala por las paredes y trae un olor a humedad de pradera.
No hayo una justificación para deslizarme del deber y escribir tiernas anécdotas ahora que la lluvia ha parado. Iba a describir su sonido reatificante, su sensación en la piel requemeda, su ceguera en las pestañas y su sorpresa cuando uno sale del transporte público y mira los prados adyacentes absorviendo el regalo. Pero en fin, ha parado. Dejando el sonido de las ambulancias cruzando mi avenida mojada. Basta abrir la ventana y respirar.
Toco tu boca el tiempo suficiente para recrear los ritos de Cortázar con un dedo toco el borde de tu boca sin obedecer realmente un impulso que me imponga acariciarla; basta redondearla tres minutos, cuento un tiempo subjetivo que avanza más rápido que los segundos, como el tic tac de mi reloj cuadrado que acompasa las noches en que trato de dormir odiándote. Se sienten más finos, tus labios, y más delgados desde el contacto con mi yema. ¿Cambiará el grosor con la saliva y los ojos cerrados? Decido terminar el falso preludio, el plagio ontológico de una de mis narraciones preferidas; entonces acerco, más bien resignada, mi boca en breve contacto con la mencionada; Te estaba esperando, me dices sin hablarlo. La lucha se recrea.

Etiquetas:

lunes, agosto 03, 2009

Semana de bienvenida


Me coloco los audífonos en las orejas, una melodía de Yann Tiersen sobre el piano estimula los sensores de melancolía y depresión otoñal en este cuerpo. Se me vienen a la mente unas coplas de Joaquín Sabina, su cigarrillo maloliente en la boca que emite punzadas de dolor con ayuda de una garganta y unos dientes ya no de calcio, ya no de su naturaleza química: de vodka y whisky sin soda, de cigarrillos, de cocaína. Otra vez ese inconsciente sentimiento de pérdida, de nostalgia prefabricada; un deber mortal para con los vicios, un llamado desde su música y desde un tipo muy especial de literatura a las cantinas. Viejas cantinas, veraniegos bares, clandestinas azoteas que me sostuvieron al caer, que absorbieron el orín, espacios públicos y privados que no volverán a tener privilegio de ver cómo aumenta mi probabilidad de muerte por causa del alcohol.
Lástima, me digo cada que alguien pregunta por mi nueva carrera. Lástima de historias que ya no contaré, lástima de las heridas que ya no tendré en la pierna que me sobrevivió, lástima de los problemas con la familia y quizá con la ley que ya no lamentaré fumando un cigarro de sativa en el césped de la universidad. Lástima.
¿Qué si estoy lista? Estoy. Recorriendo media ciudad en metropolitano, aventando crudamente a las ancianas cuando entro o salgo del vagón; ignorando con ejemplar egoísmo a los indigentes que se acercan a pedirme monedas, diciendo que no tengo, mientras cuento sardónicamente los billetes en su geta; leyendo a Cortázar con pausas en cada transborde, aferrándome a la poca sensibilidad, intentando con la literatura y el piano hacerle más grande y no alejarla demasiado.
Vaya bienvenida que me han dado. Tres horas de examen, del cual 70 % he olvidado o nunca aprendí; un jeringazo en cada brazo para prevenir enfermedad; inspecciones bucales que detesto; examen de la vista, nuevamente examen de la vista que me dice lo ciega que paulatinamente me vuelvo, una recomendación para evitar adicciones y sexo sin condón. Pienso en el Chojin. Escondo mi cabeza en la boina, dos chicharos de color rosa se insertan en los oídos, transmitiendo por segundo uno de sus temas. Para evitar la tensión, para soportar la espera, para ignorar al ñoño de mi izquierda que tiene cara de querer hacer amigos, para atraer reprendas de la autoridad, para que me exijan atención, para quedarme lo mismo sorda que ciega, para escapar.
Las jeringas me traen a la mente no la salud, sino los recuerdos de Mark Renton, antihéroe de Edimburgo, protagonista de un film motivador, en el momento justo, después de su reactivación en el mundo de la heroína y el sida, en que dice: Soy negativo, es oficial.

Etiquetas:

viernes, junio 19, 2009

Gatorade


Vamos a sincerarnos, ¿Cuántas veces hemos pasado por esta situación? La cabeza descargándole a la sensibilidad punzadas de dolor, la boca deja de secretar sus funciones refrescantes en la lengua, te arrimas al refigerador y esperas con suerte encontrar una bebida fría que no sea leche. Ni hablar de la tonalidad bermeja de los ojos, ni hablar del aliento que sólo tu persives aunque hayas mascado un paquete de tridents sin azúcar.
A tequila, mezcal, chela, cualquier fermentación.
Necesito un nuevo proyecto de vida, me digo al haber recorrido la computadora, el papel, la televisión y el estéreo en un intento de ridiculizar la vida productiva creyendo no necesitarla. ¿Cuál es el menú de películas disponibles? Trainspotting, buena presentación, llamativo color naranja en el estuche y un soundtrack alucinante. No pasan ni quince minutos y la he dejado intermitente en el televisor de la Jefa. Puedo intentar con La Dolce Vita, Naked Lunch o una de Bruce Lee... desisto y busco en el comunicador electrónico (messenger) alguno que pueda proponerme diálogos calientes o sarcásticos. Ninguno en mi auxilio. Ni hablar, no queda más que actualizar esta cochinada ególatra sin futuro editorial que nadie visita, llamada blog. Ni hablar. A escribir por escribir. Sin objeto, igual que vivir. Sin espectadores, igual que una introspección filosofal en el escusado; sin admiradores, igual que quitarse la toalla en tu recamera después de un un baño noctámbulo; sin futuro, igual que todas mis decisiones. Escirbir la vida, el momento, mientras uno bebe un Gatorade, aguantando la justa cefalgia.
¿Dónde están mis ruidos inspiradores? ¿Mis vecinos lujuriosos? ¿El pan de cada día que me da de escribir? ¿Dónde las historias tristes para abusar? ¿Dónde el lenguaje poético?
El tiempo libre es una molestia, en realidad. Tanto hay en las 24 horas que ya sólo te queda la creatividad como empleo. A regañadientes, creatividad y descripción profética del presente, lo indeseable, lo tedioso, lo estimulante, lo bueno, lo mediocre, lo que tanto odio y amo (si hay fama) hacer: escribir.


Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Etiquetas:

sábado, mayo 30, 2009

Fiesta solitaria.

Fiesta solitaria. Aqui estoy, sola como ya lo anuncia el título, sin la compañia por demás grata, de los amigos comunes. Los extraño, en la mesa de la casa común de Jean Paul. La música sin nombre ya que cambia a intervalos de pocos minutos, pero siempre armónica, agradable para lo presentes. Extraño de igual manera la plática del preludio del alcoholismo que no me canso de llamar adolescente, donde una mujercita con el seudónimo por mí bautizado de "buen pedo" habla y habla de las costustumbre extranjeras que ella ha hecho suyas. El tequila y el mezcal sirven de florero en nuestras mentes, en el ambiente, de nuevo, en la mesa común. Algunas cartas, también, esparcidas en la sueprficie y claro, nunca ausente la presencia en el éter de humo; cenizas en la repisa. Fumando, charlando, con un poco de precaución hacia el alcohol (algo extraño en nosostros) hasta que, todo estalla... de momento ya los vasos en el aire chochando y, haciendo sus líquidos, lo que mejor pueden en nuestros cuerpos: alegrándonos por extraños procesos del organismo. LLegan a la mente sin pausas los efectos, la música sube de vibración (molesto para unos vecinos que no son míos) y el baile en la sala comienza, de nuevo. Todo un ritual, todo un "nuestro ritual". "El último" anuncia una vocecilla, yo y otros nos negamos a creer que así será y, despreocupados por el futuro, comienza el placer sobre el sillón, el orín recurrente sobre el retrete y el fondo sin fondo. En pocas horas el tequila ha sido consumido, el mezcal espera asustado a secundar al extinguido. La música se detiene, como por solidaridad, para dejar a los amigos, romper el silencio, con palabras extrañamente vocalizadas. Sentencias de despedida que no queire ser. Sentencias con algo de lo que fue y lo está en la puerta. Sentencias fraternales en un círculo cerrado de amistad. En la noche de mi cigarro y fiesta solitaria, eso extraño.
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Etiquetas:

jueves, mayo 14, 2009

Muestras.


Hago uso de mi máquina de escribir. Usted sabe, para desquitar los pesos que invertí en comprar la cinta que le hacía falta y la dejaba como un cachivache más en mi casa, uno de esos que existe pero no puedo utilizar.
Me parece escuhar a una mujer llorar algunos pisos debajo de mi apartamento de soltera imaginaria. Y eso qué, sería la pregunta obvia de los que conocen mi indolente vecindad, premisa comprobada si les agregó mi desconocimiento total de la autora de los sollozos reprimidos. Pienso en ella como un buen recurso poético para el estreno de mi cinta de máquina de escribir, la que, reiteradamente, me costó dos veintenas de pesos, ganados en un tianguis de Tacuba, vendiendo paletas, congeladas y todo caramelo en hielo, atracción de los paisanitos, tal como los llamaría mi pintoresca tía, la mujer de cincuenta años, víctima de cáncer y en algunos meses más tarde de un ataúd o del abuso de la morfina.
Me duele escribir esto, con impío sarcasmo noctámbulo. Me duele mi impertérrita costumbre de utilizar sucesos tristes, sucesos decadentes como el sollozo de la vecina, como el cáncer de mi familiar para demostrarle a un público sádico (que justifica el uso del amarillismo como prueba de la necesidad del arte) que yo tengo vela en el entierro de la literatura. Me duele más la represión de la evacuación de excremento, sólo para demostarme a mí, nuevamente a ustedes, que soy fiel, que soy constante, que soy artista.



Una colilla más al precipicio incógnito de mi vecino. Una muestra más de que poco o nada me interesa el bienestar de mi comunidad del INVI. De una cosa estoy segura, eso no me duele.
Muestra. Todos con el mundo están constantes intentando demostar algo. Demostrar bondad, demostrar maldad, como los maras en Guatemala. Mostrar pasión, mostrar placer igual que la misma u otra vecina está caturreando para ella y su pareja (eso cree) lo erótico en el acto de amar. Lo animal, lo rico, lo inaguantablemente triste o lo justamente doloroso. El dolor que da placer. De nuevo el sadismo como justificación de tantas acciones.
Gime como niña o, será, que es realmente una niña lamentándose, como le es posible a su voz, de los golpes que presta su padre en el nombre de la educación, demostrando autoridad, poder.
En un período de influencia romántico-vulgar digo tu nombre, haciéndolo parecer un susurro. Al aire, acompañado de un suspiro corto y desganado, mostrando con ésto una agonía amorosa. No para ti, ya que no escuchas. No para mí, ya que no me la creo; es, para la conciencia popular. Soy su esclava mental. Ni modo, aquí me tocó vivir; así me tocó pensar.
La ventana, el incienso, el cigarro y yo.
Conjurados, amalgama nocturnina que piensa en ti sin dejar de teclear tu destino. Mi suerte necesita de tu suerte. Una frase entre cantos dolorosos llega a mi recámara. Con la cortina corrida, dejando huir el atisbo de desobediencia. Atisbo juvenil de un enfrentamiento con el padre, atisbo único testigo de mi devoción renovable a ti. Atisbo presa fácil de la cultura popular. Atisbo que no piensa más que con canciones o palabras comunes, atisbo atisbo de la plebe, del vulgo, de la prole violenta. Atisbo que ya canta en el aféizar de la ventana de mi vecino. Atisbo que ya no es mío. Atisbo humarela de una persona desacreditadamente enamorada. Atisbo mañana tuyo. Atisbo que lleva invisible una apología. Atisbo No Fue Mi Culpa, atisbo Todo Doy Por Ti. Atisbo neutro, atisbo gramatical. Atisbo de un cigarro y de mi amor.




Creative Commons License
This work is licensed under a Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivs 2.5 License.

Etiquetas: