viernes, noviembre 27, 2009

Sin pretextos





Primero pensé que sólo eran ganas de coger cuando te vi en el pasillo
ganas de besar, ganas de abrazar, ganas de ir con alguien decente al hotel
ganas de juguetear en el metro como los jóvenes que a veces veo en los vagones
ganas de manosearte, ganas de que me toques, ganas de comprar condones en la farmacia
ganas de caminar desnuda
mientras se fuma y tu escuchas desde la cama los camiones transitar;
Luego pensé que quizá era también la soledad cuando el ir a buscarte se hizo más frecuente
alguien con quien platicar
alguien con quien leer a Ginsberg
alguien con quien ver a Tarantino
alguien con quien escuchar a Armstrong
alguien con  quien beber en los prados
alguien con quien esperar el transporte
alguien con quien ser citadino
alguien;




Vinieron los días en los que pensé que sólo era avaricia cuando me encontré con todas las mujeres que te buscaban al mismo tiempo que yo
te volviste un objeto para presumir frente a otras cuando al fin te tuviera;
Ese al fin nunca llegó y pensé en ese momento que seguro era puro gusto por sufrir
gusto por la depresión, gusto por el rechazo,
gusto por las tardes de regreso a casa donde nada tiene valor
gusto por estar en cama como inválida mientras se escucha la misma canción mismas quinientas veces
gusto por escribir quejas de despecho
gusto por la bohemia
gusto por beber
gusto por dormir drogada bajo el cobertor
gusto por coger con otros por decepción



después de las hosterías     después del latex      después de las cajetillas     después de la bebida
después de la reputación jodida      después de la poesía      después de la soledad
después de las melodías     después de la melancolía      después de los autobuses
después de las infidelidades     después de tu elocuencia     después de las hojas
después de las tardes    después del café      después de las dedicatorias
después de las caminatas    después de los amigos    después
terminé por pensar que sólo eres tú
sin pretextos.

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miércoles, noviembre 25, 2009

Entrevista (I)




"Viernes por la tarde cansada de una semana sedentaria. Es posible. Aunque ni tan sedentaria ni tan productiva, harta de la carrera mal elegida, asqueada de la sombra redonda que proyecto sobre el pavimento. Hambrienta.
En la abstinencia del cigarro llevaba como cuatro días sin fumar y en etapa de ejercicio intenso, a ver si así aumentaban los años que podría vivir si es que un accidente no se topaba nuevamente con mi imprudencia crónica.
Bien. El caso es que comíamos ensalada o algún producto casero con IVA, yo, y mi inseparable amigo homosexual, cerca de la fuente y del otoño. Las hojas caían y es todo lo que puedo decir aunque haya sido bello y no sexual mirar la plenitud con que descendían. Me estoy poniendo insoportablemente poética.  
        - ¿Cómo ves a ese chiquitote? - decía a intervalos mi homosexual, casi gritando y con la boca medio llena de  comida si es que pasaba delante nuestro un galán.        
- Sí, está bueno - contestaba yo, evaluando el rostro, el cabello, la facha, el culo y algún matiz intelectual que le resaltara - ¿tú cómo ves a ese?


 Pus, no es parte del selecto bufete que me permito ingerir - replica con admirable desdén provocando la mejor de mis carcajadas en la semana.
"Comíamos fresas invernales mirando bajar las hojas doradas del país que dejó de ser octubre. Como ancianos en una banca, sólo nos faltaron las palomas y el alpiste. Eso que el gremio bohemio llama vida se tragaba a sí misma sin lastimarnos, sin darnos cuentas de su pasarela.
Viernes, el quincuagésimo de los últimos meses del año, tan tranquilo y atolondrado que daba pena mirar, en el reflejo que me devolvía la fuente, un rostro plácido. Claro que todo eso no se siente de golpe. Uno mientras vive el instante cree que es feliz. Luego viene el volver en el recuerdo (mas éste un tipo de recuerdo saludable)  para notar con prudente sobresalto lo aristocrático de nuestros días.
"Cosas por el estilo pensaba cuando al levantar la barbilla buscando algún llamativo de la naturaleza masculina, le vi, clara y vivaraz acudir en mi auxilio. Con su dentadura de geométricas cuentas me exponía su devoción por noviembre mientras sonriendo, oraba entusiasta a su séquito los criterios que una estudiante sabe tener del tercer mundo. En flor de loto, sus muñecas se entretenían con pedazos de un material cercano a ella, de indumentaria independiente, cubría lo pequeño de sus senos con sudadera de cromática negra.
"No es que pensara directamente en su cuerpo al golpe de la primera mirada, no es que sólo hasta ahora  definiera la tersa piel blanca al imaginarla, no es que de improvisto despertase en mí el carácter físico de una ambisexualidad hasta hoy más bien recatada, era, su inconsciente manera de llamar desde varios metros mi atención con prácticamente nada. Era ella. Sola y básicamente ella viviendo sin reclamar admiradores; sola y básicamente ella sonriendo en un viernes cercano a la fuente, al otoño y a mí.
- ¿Y esa? - 
"Estudiante de psicología de algún semestre intermediario a los primer ingreso y  a los rezagados que discuten la gramática de su tesis con un sinodal, se llamaba Daniela. Era el fenotipo tercermundista de Ellen Page interpretando a Hayley (la niña de los cojones) en Hard Candy: piel blanca, cabello negro y pegado al craneo con un corte más bien masculino, complexión, estatura, quizá coeficiente, y hasta la misma dentadura, puntualizó mi amigo. De una comunidad estudiantil mayoritariamente femenina su bisexualidad me pareció viable. Después de almorzar salimos directo al transporte, en las siguientes semanas no la volví a ver."



- ¿Y luego? ¿Ahí terminó la historia? - 
- No y sí. Terminaron los viernes aristocráticos. Empezaron las faltas a clase, a las comidas familiares en los fines de semana, a la moral. Pongamos que volvió todo a comenzar. -
- ¿Cómo así?
- Las costumbres esas de joderse el cuerpo y dejar que la otro se lo joda. -
- ¿Literalmente? -
- Hubo ocasiones en que sí.


"Con innata regularidad comenzamos con faltar a las últimas clases. Éramos dos pretextos vagoneando en el subterráneo de la ciudad. De extremo a extremo en cualquier línea del metro, compartiendo  en el trayecto planes irrealizables de comunas o viajes sin vuelta. París y su subterráneo eran nuestros destinos favoritos donde a veces nos divisábamos con incomprensible orgullo sobre sus escaleras, drogadas o vagabundas quizá, pero muy juntas. 
"La familia era tema a discutir en noches de puro vino. Remordimientos y cariños nos nacían en aquéllos estados etílicos. Es que mi mamá... me decía ella, contándome los malabares que había  hecho para educar a los hijos. Es que mi papá... decía yo, y la historia bien detrás de su cara de sesenta años  se quedaba en el silencio después del comentario. Tocaba tomar después  de los vasos de unicel que comprábamos cuando eran días de beber. 
"Ni hablar de las tardes en el centro de la ciudad. Las credenciales de falsas estudiantes nos hacían descuentos en los museos de alrededor. Siempre me gustaron más las exposiciones en salas donde los sanitarios eran higiénicos; la culpa parecía anularse si nos abríamos a la cultura.  
"Ni hablar de las cantinas donde por sólo no sé qué suertes salíamos enteras y casi sobrias. 
"Ni hablar, ni hablar, ni hablar."


- No es que me interese más pero, ¿qué pasó con las jodidas?
- Ni hablar.
- ¿Muy buenas?
- Muy tristes más bien.


" Era noviembre nuevamente. La relación se volvió más estrecha, pero no por eso más fiel, a un año de conocernos entre las hojas doradas de la antesala al invierno. Seguíamos siendo los pretextos perfectos para deponer el deber filial y civil; cada una traía ya el alma cansada cuando comenzamos a asistir a los conciertos gratis de la capital. De azotea en azotea hablamos mucho de nunca olvidarnos,  ya que aquel tema asechante de dejar de frecuentarnos era una posibilidad lejana pero viable. Tù sabes. La vida, los hombres, la muerte, los accidentes que cada una pudiera sufrir cuando no estábamos cerca. La probabilidad más alta de sobredosis y muerte severa por consumo indisciplinado de alcohol   la tenía ella. Siempre más audaz y más bonita. Nunca tuve la oportunidad de hacerle ver lo conveniente que es tenerme a un lado en situaciones de dolor, nunca quiso necesitarme."

¿Tú la necesitabas? -
- Hasta la fecha. Siempre son prescindibles los pretextos para mandarlo todo al diablo. -
- Pretextos. ¿Nunca llegaron a más? -
- Nunca. -
- ¿Y si ella regresara? -
- Volvería a ser un pretexto. -
- El chiste es no responder, el chiste es huir entonces. -
- Hasta la fecha. -
- ¿Por qué se fue?
- Mejor pregúntame por qué no se quedó...

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domingo, noviembre 15, 2009

Saca una botella.


Domingo 15 de noviembre, no tiene caso repetir la fecha aunque es una buena apertura de texto.
Los ojos terriblemente secos cuando ayer estaban copiosamente empapados, por la mente no cruza palabra alguna que desee participar en un poema al presente domingo 15 de noviembre. La tarde parece mañana, la televisión ofrece sus conversaciones inagotables mostrándonos en los comerciales la alegría a la que deseamos llegar. ¿dónde está esa gente feliz? ¿cómo uno puede llegar hasta ella? El cancionero de Silvio está poético y revolucionario, desde el fondo de la mente débil una petición de pertenencia sube a mi voz. Busco un medio que me lleve hasta las hazañas del Playa Girón. El reproductor sigue hablando desde la mañana, hoy dormí plácidamente hasta las 12 con la puerta bien cerrada y el seguro del picaporte vigilando que nadie entrara. La conciencia dejó sus funciones muy temprano o muy tarde para devolverme mediante el sueño a la realidad. La gata Varela canta su repertorio de arrabal desde las bocinas, fuertemente y reclamando a ese tercero que regrese o se vaya sin volver. Pink Floyd inagura el medio día con su depresión, desde la sala un ser inerte y lujurioso se ensombrece en sus mareos personificando la letra de la canción, plácidamente paralizado. Sólo por molestar la música va subiendo de decibeles, mi recámara está llena de peticiones al presente que se enajena con alcohol. Yo doblo mi ropa, acomodo por orden de abecedario los libros que escribieron mis héroes literarios, los volúmenes que contienen en resumen y de manera pedagógica los tratados matemáticos desde la prehistoria. Exagero, en realidad todo empezó con los babilonios. La terna por antonomasia de la generacion beat en el librero. Un único tomo de Cortázar. Dos reflexiones políticas de Maquiavelo y una de Rosseau. Los compilados literarios que un maestro me regalara hace poco, ¿Hay manera de hacer esto más lacónico?
Yo no quería llegar a esto pero me has obligado. Joaquin Sabina sustituye a Malena con un tema que te entalla bien: Tan joven y tan viejo una conciencia en la sala se arrepiente, escucha, se lastima, tiene hambre, tiene ganas desauciadas de venir hasta mi cama y decir: Hey camarada, saca una botella. 
¿Hay manera de hacer esto más deprimente? Claro que la música ayuda y ese instinto de colocar las cosas en su respectivo lugar. Ni triste ni desesperanzada me voy sintiendo orgullosa de las palabras que voy tecleando. Es en serio, no es majaderiía ni llamada de atención: el rudio que mi dedo hace al golpear en todo el teclado es catalizador. ¿Es un gran llamado de atención la literatura? ¿Es un volcadero de lágrimas innecesarias y secas? ¿Es buzón de quejas y sugerencias?
Atrincherada en mi casa esta vida es endeble.
Hey camarada, he dejado de sentir los dedos y los ojos, no siento la mente, no tengo respuesta del corazón. Me ha entrado el delirium tremens, en la bolsa de mi pantalón sólo hay trece monedas, la cartera está vacía de billetes y repleta de los amuletos de un proletario. Salgo a caminar hambriento pero no por comida ando; en el jardín mis hermanos de condición se emborrachan sin redención mas me ignoran. La familia se distrae con el box que vende TV Azteca. Yo, sin dinero con que alimentar este incógnito impulso, miro la constelación que la bóveda celeste me ha traído. Soy el obrero más curioso. En noches como esta mi urgencia de dolor se voltea a menear el pasado. He pulsado ya todos lo puntos dolosos que recuerdo, pero no hay respuesta . Sola, la constante inclinación hacia el error me menea como viejo lobo de mar por los conocidos barrios. Me he pasado veinte años de vida estudiando la mente pero no sé nada de mí. Oficialemte excentrado, sin saber qué hacer  con los pies, las manos, los dedos. Sin saber qué hacer con la boca ni con los genitales. Oficialmente excentrado, sólo sé beber. Saca una botella le pido a los traseúntes. Saca una botella le pido a la familia. Saca una botella me exigo. Es fin de semana largo y lo único que lamento es que los bancos estén cerrados. ¿Mi pretexto? Es que mi perro se ha ido. 
Casi las cinco de la tarde, la tristeza dejo de ser tristeza. Hay algo en mi vientre que me avisa que tengo hambre. Los labios están secos y en el messenger nadie en calidad de receptor se conecta. No quiero más opción que la de seguir perpetuando el ruido de las teclas y los dedos. Quisiera salir a reír con el pintor de las mujeres soles. Escuchar su terrible barbaridad de adolescente. Mi casa está sellada. Es domingo y las ganas de bañarme nunca alcanzan cada semana para cubrir este día. Los olores corporales no me avergüenzan. Los libros que pedí indecorosamente prestados a la biblioteca no me interesan. Tengo escondido en la cartera un malboro que no puede ser fumado. Mi frigorífico está descompuesto y dentro la comida se ha puesto hedionda. La música y la exhaustiva descripción de mi alrededor me han exprimido el deseo de ser víctima o victimario. Sólo tengo el impulso de que este texto se siga expandiendo sin ilación. Que siga creciendo. Mejor eso que robar, dijo Víctor Hugo.

Ilustración: Yair Ibañez"Mirada Hindú"


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viernes, noviembre 13, 2009

Saca un cigarro.


Oficialmente excentrada, sin saber qué hacer con los pies, las manos y los dedos. Sin saber qué hacer con la boca ni con los genitales. Oficialemnte excentrada, sólo sé fumar y leer los pizarrones de la universidad; escuchar las melopeas vanales de los 90´s en el ipod. Sé caminar hasta la facultad y de regreso, sé sentir el frío y el calor de invierno, sé mirarte caer de borracho.
Me cuentan que polacas es tierra sin dios; me ofrecen una botella de tequila blanco en las áreas verdes de algún donde; oficialmente excentrada rechazo la oferta cuando, una persona dentro de mí, hace no muchos meses, hubiera abierto la boca y, entre otras cosas, las piernas para disfrutar.
Será que no estás tú ni tu boquilla con la que puedo compartir la botella; será que las caminatas vespertinas, los viernes, en busca sólo dios sabe de qué necesidades, eran más atractivas de tu mano. Será tu ausencia la causa de mi madurez involuntaria, sólo puede ser ella la que me tenga excentrada cuando más atención necesito poner a los amigos de mis amigos; si no eres tú no encuentro un tercero que me haya expulsado de mi eje, de mi objetivo o carencia de uno, ya que todo, desde que te fuiste, sigue igual.
No te diré que te extraño ni que esta composición desde su inicio era para ti. Es más, me sirve que estés emborrachándote en la costa y no cerca de la persona vulnerable en mí. Porque sé que lo estás haciendo, cerca del mar y, en las noches de pink floyd, una aguja entra en tu epidermis hasta tocar la vena principal. O en las tardes en las azoteas que tanto gusto nos daban en la vagancia, fumarás cigarro tras cigarro como yo en la capital; de ves en cuando un grumo de hachis caerá en tu garganta y, en los colorados prados de otoño tu imagen de hada en el fango se moverá en la armonía musical. Ya te veo, siempre te veo. Tampoco dejarás pasar la oportunidad de fregarte las paredes de la nariz con cocaína, y si alguna otra sustancia llega a tu negligente conciencia cívica, la aceptaras con un por qué no.
Puede que exagere y que en realidad, del otro lado de la república, seas tú la que me culpa de tu salud y tus buenas nuevas amistades. Hasta hay la posibilidad de que esta descripción se quede corta y las decisiones que te adjudico sean mas bien inocentes.
Toda en ti pienso, con tus variantes y tus azares, con tu brisa marina en la frente, y esa idea de París que me contagias.
Cigarro en mano, la capital está más bien indiferente, sucia, cansada. Los tacones que traigo lastiman la planta de mi pie número tres, cigarro en mano mi amigo contiguo ahuyenta el humo con su muñeca y me habla de sus visiones de escritor. Cigarro en mano sólo de el humo filtrándose por mis labios puedo sentirme orgullosa. Cigarro en mano les miro, a los amigos de mis amigos festejar su viernes insípido e incultural. Uno de ellos orina cerca de un árbol, gritando que a quien se le antoje, no le dará. Cigarro en mano amo sin ser amada. Cigarro en mano me pregunto, por milésima vez en la semana, ¿qué hago aqui?.
Cigarro en mano, el teclear y el maquillar mi desgracia para pronunciarla más, es un acto que me protege de la responsabilidad. ¿Te acuerdas cuando en cualquier museo del la ciudad nos aislábamos? Sigo practicándolo. Sola y mirando, con cigarro en mano, desde el barandal de San Ildefonso, pasar las parejas  abrazados, señalando con sus deditos y su curiosidad las esculturas de Antony Gormley, donde hace poco coloreábamos ambas el Antiguo Colegio. Entre los rincones algún beso extraviado ameritaba la atención en los pasillos.
Ya ves, aquí me tiene el año después a cada nuestras travesuras citadinas: robos, mareos, drogas tiernas en la Tacubaya y en los días más serenos, un café. Ciudad Universitaria es enorme para mi alma. El ruido externo y las risas me inclinan a la reflexión. Contemplativa, en una vida de tranquilidad participo esperando el día en que vuelvas.




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lunes, noviembre 09, 2009

Interludio.




Tengo un vicio, y es que no me gusta estar en tiempo real.
Eso no sucede siempre, hay ocasiones en las que mi atención se expande recreativamente.
Esta madrugada estuve en vela, nunca duermo con la puerta abierta, por terrible miedo a los duendes del mal; mas hoy, a aquello de las 4:40 am, decidimos, yo y todos mis muñecos de ventrílocuo, esperar al Sueño con la puerta entreabierta.
Lo aguardé, esperanzada en la idea de un mañana que ya me había alcanzado; temerosa a intervalos de la noche si es que un crujido de madera o conciencia se hacía en la estancia. Por eso no duermo con las puertas abiertas, me recordé cuando, en posición de feto, creí vislumbrar, asomado en el borde de la pared a un hombrecito.
¡Fantasía menina! pensé cerca de setenta veces.
La vejiga estaba quieta, ni rastro de hambre en el espacio del cerebro encargado de esas funciones. No habían razones fisiológicas para saltar de la cama al baño, enceder  las luces de toda habitación disponible a mi temblorosa desesperación y ocultarme en un rincón escuchando ruidos de choferes.
¡Terrible noche de madrugada! ¡Malditas cafias! El miedo presiona con sus flechas por distintas direcciones. Miedo irracional miedo irracional miedo irracional, ya mi única oración a repetir a las 4:50 de la mañana. Y el sol y el sueño retrasados; y yo, confidente de aquél tercero que duerme en otra recámara, invadido de mareos etílicos con reproches de su triste pasado.
Pasado, agujero al que a voluntad descendemos en busca de sustitutas alegrías o peligrosos motivos para tomar la maldita botella que un puto mundo frívolo nos vende.
El arte la vende.
Brandy la vende.
Los amigos, sobre todo los amigos, la venden.
La familia la vende.
El pasado la promociona a 2 x 1 tu degracia.
El difunto Neal Cassady la vende.
En ocasiones, me ha tocado, los profesores la venden
Dios, el mayor distribuidor, te la vende si es que dejas de pactar con él.
Cinco en punto, mi redentor está atravesando la cortina con la luz eléctrica de mi vecino; se acaban los pensamientos continuos, los parpados se desvanecen sin resistencia, la comisura de mis labios se abre, es ya la única razón de conciencia en esta sala, donde la noche, la música y su pasado me atan al miedo noctámbulo de mi tercero. 
Ya ves, el día no amanece, Polaco Goyeneche, cantáme un tango más...




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