sábado, mayo 30, 2009

Fiesta solitaria.

Fiesta solitaria. Aqui estoy, sola como ya lo anuncia el título, sin la compañia por demás grata, de los amigos comunes. Los extraño, en la mesa de la casa común de Jean Paul. La música sin nombre ya que cambia a intervalos de pocos minutos, pero siempre armónica, agradable para lo presentes. Extraño de igual manera la plática del preludio del alcoholismo que no me canso de llamar adolescente, donde una mujercita con el seudónimo por mí bautizado de "buen pedo" habla y habla de las costustumbre extranjeras que ella ha hecho suyas. El tequila y el mezcal sirven de florero en nuestras mentes, en el ambiente, de nuevo, en la mesa común. Algunas cartas, también, esparcidas en la sueprficie y claro, nunca ausente la presencia en el éter de humo; cenizas en la repisa. Fumando, charlando, con un poco de precaución hacia el alcohol (algo extraño en nosostros) hasta que, todo estalla... de momento ya los vasos en el aire chochando y, haciendo sus líquidos, lo que mejor pueden en nuestros cuerpos: alegrándonos por extraños procesos del organismo. LLegan a la mente sin pausas los efectos, la música sube de vibración (molesto para unos vecinos que no son míos) y el baile en la sala comienza, de nuevo. Todo un ritual, todo un "nuestro ritual". "El último" anuncia una vocecilla, yo y otros nos negamos a creer que así será y, despreocupados por el futuro, comienza el placer sobre el sillón, el orín recurrente sobre el retrete y el fondo sin fondo. En pocas horas el tequila ha sido consumido, el mezcal espera asustado a secundar al extinguido. La música se detiene, como por solidaridad, para dejar a los amigos, romper el silencio, con palabras extrañamente vocalizadas. Sentencias de despedida que no queire ser. Sentencias con algo de lo que fue y lo está en la puerta. Sentencias fraternales en un círculo cerrado de amistad. En la noche de mi cigarro y fiesta solitaria, eso extraño.
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martes, mayo 19, 2009

Nombre o dirección.



Alguien debe tomar registro de tu muerte
que no sea el tanatólogo
o el secretario dipsuesto por su sueldo a capturar los datos de tu desenso.
Alguien como un poeta que aun no existe
alguien como un escritor escondido en una recámara lejana del Uruguay
alguien como un relator del mundo que todavía no nace para tal
Como espíritu o esencia parecida estarás
presenciado el teclear de la máquina que oficia tu muerte
desde un ricón de la sala burócrata
con sólo ahora la memoria por capturista
resumiendo con poesía la ironía del acontecimiento
tu voz aguarrentosa, vieja, está
en medio de los presentes
relatando sin prisa y sin falla gramatical
cómo se toma nota del fallecimiento de un hombre a quien bien la sociedad llamó poeta
Empezarás tu última etopeya con la historia de cada personaje
ahí está el cansado hombre que mecanografea tus datos más impersonales
como nombre y dirección
dos o tres de tus cercanos más valientes
dictarán de memoria tus datos más impersonales como nombre y dirección
Pero no son los únicos que certifican tu defunsión
al unísono teclear de esa misma máquina
centenas de secretarios de latinoamérica
están tomando nota desde sus cabezas
datos más personales que tu nombre, que tu dirección
Para éstos no hay formas dónde firmar
para éstos no hay honorarios ni límite de hoja
éstos no dirán a los familiares: sería todo
para éstos las palabras registradas no tendrán validez oficial.

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jueves, mayo 14, 2009

Muestras.


Hago uso de mi máquina de escribir. Usted sabe, para desquitar los pesos que invertí en comprar la cinta que le hacía falta y la dejaba como un cachivache más en mi casa, uno de esos que existe pero no puedo utilizar.
Me parece escuhar a una mujer llorar algunos pisos debajo de mi apartamento de soltera imaginaria. Y eso qué, sería la pregunta obvia de los que conocen mi indolente vecindad, premisa comprobada si les agregó mi desconocimiento total de la autora de los sollozos reprimidos. Pienso en ella como un buen recurso poético para el estreno de mi cinta de máquina de escribir, la que, reiteradamente, me costó dos veintenas de pesos, ganados en un tianguis de Tacuba, vendiendo paletas, congeladas y todo caramelo en hielo, atracción de los paisanitos, tal como los llamaría mi pintoresca tía, la mujer de cincuenta años, víctima de cáncer y en algunos meses más tarde de un ataúd o del abuso de la morfina.
Me duele escribir esto, con impío sarcasmo noctámbulo. Me duele mi impertérrita costumbre de utilizar sucesos tristes, sucesos decadentes como el sollozo de la vecina, como el cáncer de mi familiar para demostrarle a un público sádico (que justifica el uso del amarillismo como prueba de la necesidad del arte) que yo tengo vela en el entierro de la literatura. Me duele más la represión de la evacuación de excremento, sólo para demostarme a mí, nuevamente a ustedes, que soy fiel, que soy constante, que soy artista.



Una colilla más al precipicio incógnito de mi vecino. Una muestra más de que poco o nada me interesa el bienestar de mi comunidad del INVI. De una cosa estoy segura, eso no me duele.
Muestra. Todos con el mundo están constantes intentando demostar algo. Demostrar bondad, demostrar maldad, como los maras en Guatemala. Mostrar pasión, mostrar placer igual que la misma u otra vecina está caturreando para ella y su pareja (eso cree) lo erótico en el acto de amar. Lo animal, lo rico, lo inaguantablemente triste o lo justamente doloroso. El dolor que da placer. De nuevo el sadismo como justificación de tantas acciones.
Gime como niña o, será, que es realmente una niña lamentándose, como le es posible a su voz, de los golpes que presta su padre en el nombre de la educación, demostrando autoridad, poder.
En un período de influencia romántico-vulgar digo tu nombre, haciéndolo parecer un susurro. Al aire, acompañado de un suspiro corto y desganado, mostrando con ésto una agonía amorosa. No para ti, ya que no escuchas. No para mí, ya que no me la creo; es, para la conciencia popular. Soy su esclava mental. Ni modo, aquí me tocó vivir; así me tocó pensar.
La ventana, el incienso, el cigarro y yo.
Conjurados, amalgama nocturnina que piensa en ti sin dejar de teclear tu destino. Mi suerte necesita de tu suerte. Una frase entre cantos dolorosos llega a mi recámara. Con la cortina corrida, dejando huir el atisbo de desobediencia. Atisbo juvenil de un enfrentamiento con el padre, atisbo único testigo de mi devoción renovable a ti. Atisbo presa fácil de la cultura popular. Atisbo que no piensa más que con canciones o palabras comunes, atisbo atisbo de la plebe, del vulgo, de la prole violenta. Atisbo que ya canta en el aféizar de la ventana de mi vecino. Atisbo que ya no es mío. Atisbo humarela de una persona desacreditadamente enamorada. Atisbo mañana tuyo. Atisbo que lleva invisible una apología. Atisbo No Fue Mi Culpa, atisbo Todo Doy Por Ti. Atisbo neutro, atisbo gramatical. Atisbo de un cigarro y de mi amor.




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