martes, diciembre 08, 2009

Ô Satan, prends pitié de ma longue misère! (II)


Hace un día tranquilo, lejanas las consecuencias de no cumplir con las responsabilidades, no hay alquiler que pagar, no hay cigarrillos tampoco, en la alacena una botella de vino blanco inconsumible, en el buró quince o veinte películas que fui comprando a lo largo del año y que aun no he visto. Si miro bien mi recámara, no deteniéndome en los detalles del desorden renovable como la ropa interior femenina fuera de su lugar (nunca ha tenido un lugar) o esos volúmenes literarios que no leeré pronto pero igual están repartidos en la cama, escritorio y alfombra o las cinco tazas vacías donde bebí café toda la semana, con pretexto de planes de estudio mas en realidad sólo con la intención de escuchar música toda la madrugada. Ni escribiendo, ni tocando, ni pensando seriamente, ni dibujando, ni creando, sólo escuchando a eso de las tres de la mañana con ganas reiterantes de orinar y unas agruras que ayer me obligaron a beberme media botella de un medicamento con caducidad en marzo de este año. Si la miro bien, mi recámara, tratando de abstraer los diversos objetos multimedia y demás, me doy cuenta, un poco triste y sintiéndome patética, que alrededor, lo único que hay, ya sin sus características, son utensilios que van esperando hace buen tiempo a alguna persona que deseé usarlos. La botella y la colección amateur de cine de arte sobre todo.
No es un cuarto muy grande ni muy aseado, dios sabe que he intentado tenerlo todo en orden últimamente; ni si quiera tiene una televisión, no ya de plasma; muchos menos un DVD. Aunque haya unas bocinas blancas algo sucias que hacen falso contacto con el ipod cada que intento escuchar azarosamente mi lista de un millar de canciones, nadie viene a ver cómo he decorado mi pared blanca con algunos logotipos que me hacen sentir parte activa de toda esta comunidad. Comunidad de escritores, comunidad universitaria, comunidad de admiradores de Mafalda.
Murmura la máquina en las tardes, hace un ruido insoportable cuando quiero revisar qué de nuevo tienen mis amigos en el Facebook. Como es diciembre tengo mucho tiempo libre por el periodo intersemestral, lo invierto rutinariamente en el piano y un poco en la literatura; mi literatura, la que está siempre en construcción buscando por la red a sus lectores.
Se me ocurren muchas frases para justificar mi actividad sobre el teclado. Así como para fumar, existen en mí periodos cíclicos para escribir prolíficamente. Como ya casi no vivo fuera de la universidad ni de mi familia, como ya casi no bebo muchas copas ni consumo mucha droga, como ya casi no tengo malas amistades ni a causa de ello malas decisiones, me queda por relatar, sentada sobre mi sofá, las cosas vistas. Siempre a un año de distancia. Como soy mala para inventar historias de magos o vampiros, relato a veces hasta con la tv prendida, cómo fueron mis hechos. No es que no tenga nada mejor que hacer, he estado evadiendo mis exámenes finales de la facultad las dos últimas semanas; le debo a la biblioteca dos libros de cálculo con tres o cuatro días de retraso, un amigo dijo que me llevaría mañana al cine pero resulta que está muy ocupado con el álgebra. Es, que no quiero hacer nada que esté intermitente, es esta estúpida decisión de rebeldía e inactividad, una huelga contra no sé quién que lleva ya varios años jodiéndome el promedio y las expectativas de vida. Esto de escribir, esto de recordar, esto de desvelarme sin razón válida pueden considerarse como una fuga saludable, una evasión de impuestos fiscales. Me gusta mi oficio, oficio de escritor satírico, desahuciado, ateo, desesperanzado, abandonando por sus amores y por sus amigos que ahora son politólogos, drogadictos, matemáticos, pintores o pedagogos, escriben ensayos amables todos los días, demuestran la razón de ser de entes que son parte de una naturaleza para la cual se necesita ser un axiomático clarividente, pintan infatigablemente con un mujer desnuda en sus camas y  música de Tiersen a buen volumen, se inyectan o se inhalan entre ellos en un orgía vespertina cerca del mar. Filósofos que estudian a los presocráticos todo el día, luchando internamente con sus argumentos y sus influencias para llegar a crear un método con inspiraciones cartesianas; economistas que beben en su universidad y conquistan a rameras hijas de familia; actores que fracasarán y latinoamericanistas que asisten entusiastamente a las llamadas de atención de un sindicato extinto: mi generación de invidentes eruditos tratando de destrozar o construir al mundo. Y a mí, escribiendo, se me renueva la fe que pierdo cuando el resto de mis proyectos los he echado a perder.

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3 Comentarios:

Blogger Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

...traigo
sangre
de
la
tarde
herida
en
la
mano
y
una
vela
de
mi
corazón
para
invitarte
y
darte
este
alma
que
viene
para
compartir
contigo
tu
bello
blog
con
un
ramillete
de
oro
y
claveles
dentro...


desde mis
HORAS ROTAS
Y AULA DE PAZ


TE SIGO TU BLOG




CON saludos de la luna al
reflejarse en el mar de la
poesía...


AFECTUOSAMENTE
FLORES DE BACH


DESEANDOOS UNAS FIESTAS ENTRAÑABLES DE NAVIDAD 2009 ESPERO OS AGRADE EL POST POETIZADO DE CREPUSCULO.

José
ramón...

4:27 p.m.  
Blogger ItziPixie dijo...

o los otros amigos que ni desahuaciados ni escritores, ni politologos, ni poetas, ni actor, ni cantante... un volante que vuela por el pasto y las horas de universidad. Me gusta más ser una apática que una ñoña, ahora soy una ñoña o intento serlo, como siempe, me sale medio mal...

2:34 p.m.  
Blogger Mardou Fox dijo...

A mí me va pésimo ese papel de ñoña. Claro! que torpe, me olvidé de mis iguales... de los amigos que son como yo... los que también han de sentirse abandonados y vagan por la universidad. Pensé que no tenía de esos. Pensé que todos estaban bien ocupados.

10:51 p.m.  

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