miércoles, abril 22, 2009

Cosmogonía


Un claro de la tarde entra marchito por la ventana. Se le nota con esfuerzo la voluntad de alumbrar mi libreta; a pesar de mi oscuridad, a pesar de la renuncia de la luz en mi cuarto.
La guitarra negra está recargada en el buró blanco, ofreciéndose paciente; la mesa llena felizmente de libros acabados, libros abandonados, libros vírgenes también tengo.
Puerta abierta a todo sonido pero yo no escucho más que los acordes de un disco delirante. Complemento debiera ser la hierba. No hay en mi cuerpo la salud necesaria para aguantar su modorra.
Para mi cuidado tengo a un perro blanco sentado en los pies de la cama, mi guardián, mi compañero, el guía de las grandes expediciones hacia mi profundo más allá.
Pensamientos deliberados que adornan escenas cinematográficas.
En el colchón sentada, la sombra de mi muñeca no deja que yo vea las letras, aparecen por arte de magia.
Es este cuarto el trasunto de mi conciencia.
Argüiendo el siguiente sentimiento que libera el próximo enunciado medroso de belleza
aquesta canción es más alegre
mi ánimo está esperando un ruido más fúnebre;
quiere ser mi mano el apéndice de la elocuencia que se supone debiera serme innata
estoy ponderando el vocabulario sobre la balanza del pensamiento
qué palabra será la mujer de mis impresiones
nadie en este recinto lo sabe
este dictado es de extracción libertina
ejercicio de automatización con ayuda del glosario
la guitarra vocinglera gobierna mi testa
la que se mueve como péndulo rítmico sobre el cuello

La literatura es la trastienda de mi vida, el desván donde puedo ir a jugar, donde puede mi gana desordenar, donde no se acaban los estupefacientes, donde puedo atenazar la lengua española, reconstruirla inmediatamente después de derrumbarla
los conservadores me llaman facinerosa, por truncar el lenguaje y el cuento de sus raíces etimológicas;
sepan los convencionales que es mi alma un brasero más en el ancho campo de la palabra,
soy explotada
mal remunerada
poco me importa, no tiene mi profesión otra salida.

¡Chabola mía, te has quedado sin tu luz vespertina! Recelosa de la música, ésta, se ha ido a alumbrar a otras barracas, donde sea bienvenida la creación de Dios.
Soy el suburbio de su bendición.
Aura de corte artificial: sustitúyela.

Las mortajas que cubrían mi ciegos ojos han renunciado a su obligación
mis enunciados crecen ralos en la hoja, se extienden en los costados exiliados, como árboles de un bulevar
Mi pavés es el voto que le concedí al verso libre
execrables mis conocidos vituperarán mis creaciones
prolíficos mis engendros quienes llegarán a ser amados por millones las veces que, pretendiéndose, den el significado como bocado de mentís para los lectores.

Escuche atentos, discípulos
no es arenga mi literatura
soy famélica de ingenio
descargo toda la fuerza sardónica de mi tristeza.
Bienvenido lector, esta es mi cosmogonía.


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