Érase una vez
- ¿Me quiere usted decir que soy sádica?
- Totalmente
- ¿Me quiere usted decir que soy maso?
- Dicho sea de paso. Verán, considero que son una pareja codependientemente simbiótica. Es facil, ella necesita mandar y usted que le manden.
Entonces se casaron.
Menos dos años además de cortejo, tiempo en el que él le seguía a ellas a todos lados esperando de su fémina elegida un abrazo, una mirada o una oración que le tuviera a éste por sujeto. Dos años iguales en los que ella lo arrastraba por bares, rodeándolo de cofradías insanas, disfrutando ésta cómo los ojitos verde de aquél le festejaban incondicionalmente sus sesiones sexuales con otros. "Deja a esa mujer" le aconsejaban sus amigos al ver desde una tercera y más honesta persona cómo ella lo tenía en calidad de admirador. "No" decía él como réplica a injustas e infundadas declaraciones en contra de su objeto de admiración.
A veces, bajo tardes de cariño y extraña reciprocidad, ella le pensaba tiernamente y, con una taza de café, se permitía imaginar cómo ambos de la mano paseaban por la zona suroeste de la ciudad en busca de una sala de cine o un hotel mas, a pocos minutos de la visión le sobrevenía a ella su bien clasificada inercia y se preguntaba altaneramente: Si después de todo sólo lo necesito de colchón, ¿por qué he de elegirlo a él?.Al pobre poeta se le volaban las esperanzas sin que lo supiera.
Y, sucedía siempre, cada noche, que éste idealizaba a su poetisa renunciando, bajo un acto de profuso amor, a su injusta promiscuidad apartando así del camino a cada uno de los hombres que le mandaban recaditos y besos. Él la quería única mas no ya virgen. Ambas cosas eran mucho pedir.
A siete años de constante matrimonio, el poeta, habiendo pasado tanto tiempo y tantos hombres además de él por sobre la poetisa, decidió compartir las viejas opiniones que sus nuevos amigos tenían sobre su mala actual mujer, y, estando ella leyendo alguna de sus novelas, dijo, por fin, él: "Quiero el divorcio"
Balde de agua fría para mí que no me lo esperaba: el pichón, tal parece, se ha curado.
- ¿Por qué? - responde ecuanime ella a pesar de sus ojos negros hechos platos
Habiendo esperado tantos días esta pregunta y, habiendo además ensayado su discurso muchas noches, el poeta declaró:
- Eres inteligente pero muy perra
eres hermosa pero muy digna
eres delgada pero muy magreada
eres popular pero muy obsesa
eres elocuente pero muy ímpia
eres racional pero muy fría
eres cariñosa pero muy puta
eres talentosa pero muy puta
eres amable pero muy puta
eres muy admirada y eres muy cogida
eres alcohólica y eres promiscua.
Silenciosa se quedó la habitación después del poema más justo que le escribiese él a ella. Lo sabía la poetisa desde su silla de marrón contemporáneo, mirándole aun con su par de ojos anchos, aplaudía con su largo mutismo cada uno de los adjetivos que le habían dedicado. Los aplaudía y los aprobaba. Mas desde nacida, orgullosa y majadera, cerró la vista tres segundos mientras volvía a su posición de lector.
- Tú - dijo por fin después de buscar razones para darle la separación - eres un mal poeta.
Y el matrimonió se acabó.
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