lunes, diciembre 14, 2009

Érase una vez


Aquí tenéis que ellos eran un matrimonio de poetas. Habían pasado juntos trece años  bajo nupcias menos cuatro de noviazgo universitario atípico, dadas las cualidades físicas de ella, dadas las virtudes masoquistas de él. Todo esto bien sabido ya que, cierto día, íntimos amigos ambos de un psicoanalista cuya licencia había sido retirada por sodomizar a sus pacientes, éste dijo lo siguiente: "No se sienta usted mal, buen amigo. Dejó escrito mi apreciable camarada Fromm (exageración fraternal, de hecho) que todos tenemos algo de sumisos en nuestra personalidad" cuando clínicamente le diagnosticó a él su preferencia por ser dominado. Mientras tanto, a ella: "¿Quiere una cerveza?"  cuando le fue sugerida la posibilidad de tener dependencia por la dominación.
- ¿Me quiere usted decir que soy sádica?
- Totalmente
- ¿Me quiere usted decir que soy maso?
- Dicho sea de paso. Verán, considero que son una pareja codependientemente simbiótica. Es facil, ella necesita mandar y usted que le manden.
Entonces se casaron.
Menos dos años además de cortejo, tiempo en el que él le seguía a ellas a todos lados esperando de su fémina elegida un abrazo, una mirada o una oración que le tuviera a éste por sujeto. Dos años iguales en los que ella lo arrastraba por bares, rodeándolo de cofradías insanas, disfrutando ésta cómo los ojitos verde de aquél le festejaban incondicionalmente sus sesiones sexuales con otros. "Deja a esa mujer" le aconsejaban sus amigos al ver desde una tercera y más honesta persona cómo ella lo tenía en calidad de admirador. "No" decía él como réplica a injustas e infundadas declaraciones en contra de su objeto de admiración.
A veces, bajo tardes de cariño y extraña reciprocidad, ella le pensaba tiernamente y, con una taza de café, se permitía imaginar cómo ambos de la mano paseaban por la zona suroeste de la ciudad en busca de una sala de cine o un hotel mas, a pocos minutos de la visión le sobrevenía a ella su bien clasificada inercia y se preguntaba altaneramente: Si después de todo sólo lo necesito de colchón, ¿por qué he de elegirlo a él?.Al pobre poeta se le volaban las esperanzas sin que lo supiera.
Y, sucedía siempre, cada noche, que éste idealizaba a su poetisa renunciando, bajo un acto de profuso amor, a su injusta promiscuidad apartando así del camino a cada uno de los hombres que le mandaban recaditos y besos. Él la quería única mas no ya virgen. Ambas cosas eran mucho pedir.
A siete años de constante matrimonio, el poeta, habiendo pasado tanto tiempo y tantos hombres además de él por sobre la poetisa, decidió compartir las viejas opiniones que sus nuevos amigos tenían sobre su mala actual mujer, y, estando ella leyendo alguna de sus novelas, dijo, por fin, él: "Quiero el divorcio"
Balde de agua fría para mí que no me lo esperaba: el pichón, tal parece, se ha curado.
- ¿Por qué? - responde ecuanime ella a pesar de sus ojos negros hechos platos
Habiendo esperado tantos días esta pregunta y, habiendo además ensayado su discurso muchas noches, el poeta declaró:
                           -  Eres inteligente pero muy perra
                               eres hermosa pero muy digna
                               eres delgada pero muy magreada
                               eres popular pero muy obsesa
                               eres elocuente pero muy ímpia
                               eres racional pero muy fría
                               eres cariñosa pero muy puta
                               eres talentosa pero muy puta
                               eres amable pero muy puta
                               eres muy admirada y eres muy cogida
                               eres alcohólica y eres promiscua.

Silenciosa se quedó la habitación después del poema más justo que le escribiese él a ella. Lo sabía la poetisa desde su silla de marrón contemporáneo, mirándole aun con su par de ojos anchos, aplaudía con su largo mutismo cada uno de los adjetivos que le habían dedicado. Los aplaudía y los aprobaba. Mas desde nacida, orgullosa y majadera, cerró la vista tres segundos mientras volvía a su posición de lector.
- Tú - dijo por fin después de buscar razones para darle la separación - eres un mal poeta.
Y el matrimonió se acabó.

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miércoles, diciembre 09, 2009

Ô Satan, prends pitié de ma longue misère! (III)



 - ¿Crees que volvamos a vernos?
 - ¿Eh?
 - Luego de veinticinco años, como los ancianos de la televisión
 - Es posible
 - ¿Qué tan posible?
 - No sé, puede o no puede pasar
 - ¿De qué depende?
 - Creo que con la muerte basta
 - Nunca he querido llegar a vieja. Ando por la calle, el transporte público, los mercados, sobre todo por los supermercados y veo a esos ancianos que siempre se le cruzan a uno; caminando jorobados, cansados, con bastón, con nietos, con tristeza, con arrugas, con pobreza o con mugre. Vendiendo los objetos para su subsistencia, ofreciendo su inhabilidad para atraer nuestros actos de buen samaritano, mostrándose vulnerables se sienten merecedores de todo lo disponible: galletas, amabilidad, respeto, el lugar reservado en el metro. No quiero llegar a vieja
 - No es tan malo
 - Sí que lo es. Si tan sólo pudiera ser una ancianita del tipo que aun tiene vitalidad para pasearse en una bicicleta, entonces, no sería malo.
 - Hazlo
 - Lo dices fácil porque eres hombre, ¿cuándo has visto a una vieja dando vivaraces vueltas a la manzana en  una?
 - Creo que nunca
 - En cambio es más común ver a viejos
 - Ajá
 - Me asusta la idea de contraer setenta años cual enfermedad y ser el epicentro de muchas desgracias que tal cual desgracias no son sino una serie de justicias que llegan con la edad y no hay dios en este mundo al que se le pueda reprochar ni médico ni crucigramas que te devuelvan belleza, juventud, habilidad y esa bendita imprudencia de usar el nombre de tal dios en vano
 - Jajaja, cagarse en dios dirás
 - Jajaja, cagarse en dios, exactamente. Me pregunto si Sofia irá a cagarse en dios tan seguido como ahora, cuando le lleguen sus propios justicias y su piel se arrugue tanto que los tatuajes que se ha puesto no parezcan más tatuajes
 - No creo que llegue a vieja, morirá en el camino si sigue bebiendo y todo eso
 - No digas, Burroughs fue el último de su generación en morir
 - Bueno, en ese caso, quizá la redención sea parte de esas justicias que a todos nos llegarán, dejará de cagarse en dios poco a poco hasta que comience a alabarlo
 - Me gustaría ver eso
 - ¿Una Sofia cristiana sin ya más sus principios filosóficos? También me da curiosidad
 - Mi punto es, que me gustaría vernos a todos, como en la televisión, reunidos luego de 25 años, hablando de...
 - ...de los viejos tiempos
 - Sin recordar las razones de las conductas que nos definieron cuando jóvenes,
 - Cuando hoy, querrás decir. Me asusta que hables así, que te adelantes tantos años, incluso tantas horas a tu tiempo actual y te angusties o te desmorones sin razones ontológicas, no es saludable.
 - De algo me moriré de todos formas.
 - Ajá
 - Pienso en la vejez como una enfermedad incurable...
 - Algunas de esas irás acumulando
 - ... que al paso de los días empeora...
 - Como todo hoy en día
 - ... y deja de funcionar...
 - No hay de otra
 - Pero, si llegamos a una vejez conjunta, con vasos de cerveza, algunos años sin vernos y nuestras memorias fracturadas que necesitan ser restauradas con una plática larga en un lugar donde ha tiempo atrás fue bosque o simple acera, no parece tan perniciosa.
 - Amén.

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martes, diciembre 08, 2009

Ô Satan, prends pitié de ma longue misère! (II)


Hace un día tranquilo, lejanas las consecuencias de no cumplir con las responsabilidades, no hay alquiler que pagar, no hay cigarrillos tampoco, en la alacena una botella de vino blanco inconsumible, en el buró quince o veinte películas que fui comprando a lo largo del año y que aun no he visto. Si miro bien mi recámara, no deteniéndome en los detalles del desorden renovable como la ropa interior femenina fuera de su lugar (nunca ha tenido un lugar) o esos volúmenes literarios que no leeré pronto pero igual están repartidos en la cama, escritorio y alfombra o las cinco tazas vacías donde bebí café toda la semana, con pretexto de planes de estudio mas en realidad sólo con la intención de escuchar música toda la madrugada. Ni escribiendo, ni tocando, ni pensando seriamente, ni dibujando, ni creando, sólo escuchando a eso de las tres de la mañana con ganas reiterantes de orinar y unas agruras que ayer me obligaron a beberme media botella de un medicamento con caducidad en marzo de este año. Si la miro bien, mi recámara, tratando de abstraer los diversos objetos multimedia y demás, me doy cuenta, un poco triste y sintiéndome patética, que alrededor, lo único que hay, ya sin sus características, son utensilios que van esperando hace buen tiempo a alguna persona que deseé usarlos. La botella y la colección amateur de cine de arte sobre todo.
No es un cuarto muy grande ni muy aseado, dios sabe que he intentado tenerlo todo en orden últimamente; ni si quiera tiene una televisión, no ya de plasma; muchos menos un DVD. Aunque haya unas bocinas blancas algo sucias que hacen falso contacto con el ipod cada que intento escuchar azarosamente mi lista de un millar de canciones, nadie viene a ver cómo he decorado mi pared blanca con algunos logotipos que me hacen sentir parte activa de toda esta comunidad. Comunidad de escritores, comunidad universitaria, comunidad de admiradores de Mafalda.
Murmura la máquina en las tardes, hace un ruido insoportable cuando quiero revisar qué de nuevo tienen mis amigos en el Facebook. Como es diciembre tengo mucho tiempo libre por el periodo intersemestral, lo invierto rutinariamente en el piano y un poco en la literatura; mi literatura, la que está siempre en construcción buscando por la red a sus lectores.
Se me ocurren muchas frases para justificar mi actividad sobre el teclado. Así como para fumar, existen en mí periodos cíclicos para escribir prolíficamente. Como ya casi no vivo fuera de la universidad ni de mi familia, como ya casi no bebo muchas copas ni consumo mucha droga, como ya casi no tengo malas amistades ni a causa de ello malas decisiones, me queda por relatar, sentada sobre mi sofá, las cosas vistas. Siempre a un año de distancia. Como soy mala para inventar historias de magos o vampiros, relato a veces hasta con la tv prendida, cómo fueron mis hechos. No es que no tenga nada mejor que hacer, he estado evadiendo mis exámenes finales de la facultad las dos últimas semanas; le debo a la biblioteca dos libros de cálculo con tres o cuatro días de retraso, un amigo dijo que me llevaría mañana al cine pero resulta que está muy ocupado con el álgebra. Es, que no quiero hacer nada que esté intermitente, es esta estúpida decisión de rebeldía e inactividad, una huelga contra no sé quién que lleva ya varios años jodiéndome el promedio y las expectativas de vida. Esto de escribir, esto de recordar, esto de desvelarme sin razón válida pueden considerarse como una fuga saludable, una evasión de impuestos fiscales. Me gusta mi oficio, oficio de escritor satírico, desahuciado, ateo, desesperanzado, abandonando por sus amores y por sus amigos que ahora son politólogos, drogadictos, matemáticos, pintores o pedagogos, escriben ensayos amables todos los días, demuestran la razón de ser de entes que son parte de una naturaleza para la cual se necesita ser un axiomático clarividente, pintan infatigablemente con un mujer desnuda en sus camas y  música de Tiersen a buen volumen, se inyectan o se inhalan entre ellos en un orgía vespertina cerca del mar. Filósofos que estudian a los presocráticos todo el día, luchando internamente con sus argumentos y sus influencias para llegar a crear un método con inspiraciones cartesianas; economistas que beben en su universidad y conquistan a rameras hijas de familia; actores que fracasarán y latinoamericanistas que asisten entusiastamente a las llamadas de atención de un sindicato extinto: mi generación de invidentes eruditos tratando de destrozar o construir al mundo. Y a mí, escribiendo, se me renueva la fe que pierdo cuando el resto de mis proyectos los he echado a perder.

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lunes, diciembre 07, 2009

Ô Satan, prends pitié de ma longue misère! (I)






Tengo una nueva forma de evadir mis impuestos fiscales. Es cierto, no tengo ni una jodida idea de qué sea eso que los adultos pagan por mi existencia. Llamemos impuestos fiscales entonces a mis deberes de estudiante de veinte años. Se dicen pocos pero en realidad son muchos para mí. Lo pienso de esta manera: dos décadas. Hay gente allá afuera que con sólo un lustro de años muestra tremendas habilidades para todo: música, matemáticas, deportes, literatura, pintura, cocina, contrabando. Tengo que presumir que cuando tenía seis o siete años le escribí una carta a dios que provocó que la directora quisiera escucharla de mi voz. Me regalaron un dulce a cambio, el cual, ocasionó la primera ruptura entre la muchachita delgadita de nombre Elizabeth que sería mi amiga los cinco años restantes que duró mi estadía en esa primaría devota a Jesús, y yo. Debió ser eso que los cristianos llaman envidia, el punto es que Elizabeth me dejó de hablar por causa del padre todopoderoso. Tiré el dulce y volvimos a ser amigas para continuar peleándonos rutinariamente hasta mi último día en esa institución. Pude continuar mi carrera de católica que no asiste a la iglesia ni ama a dios por sobre todas la cosas pero la escuela estaba mal ubicada, mis compañeros eran ratas egoístas y sin vocación de humanistas que podían recitar el credo en italiano y en español; de padres que trabajan en oficinas y cumplen con las colegiaturas puntualmente, me falta decir que sabían persignarse. No era lo mío ni lo de mis congéneres pagar para que un párroco perdone mis pecados una vez al mes. Bien, tendré que reconocerlo. No era lo de nuestro presupuesto seguir costeando la existencia de las monjitas que te sacaban el dinero cada que podían con sus quermeses y sus donativos a la capilla. ¿Pero por qué empecé a escribir sobre mi primaria? Es que tenía una construcción interesante, por todos lados había pasadizos secretos que alimentaban la morbosidad de sus alumnos. Todavía tengo sueños sobre ella por no sé qué razón de mi inconsciente, cualquiera diría que estoy resentida con las maestras normalistas que tenían problemas en sus matrimonios. Me hace cantar ahora Another brick in the wall. 

He venido pensando ha tiempo corto atrás que son las personas que la televisión mundial te presume la razón de que uno se sienta inútil. Esos que lo logran todo en poco tiempo, esos que nacieron con bonitas habilidades, esos a los que todo se les acomoda a favor. Darwin y mi camarada Alejandro se cagarían si me oyeran decir ésto, pero es, que a veces uno se siente acosado por las figuras públicas que la historia y Biography Channel te relatan: gimnastas, actores, cantores y esos putos rusos que saben hacerlo todo bien. La cagaron en el socialismo es cierto, pero no fue culpa suya, el socialismo, ya sea con Trotsky o Stalin, estaba bien predispuesto a volverse dictadura. Mi actitud es determinismo barato, no hace falta que me lo comenten, bien lo sé mientras escribo ésto, pero mi humana condición es sentirse a veces inferior por las causalidades que pare el mundo. 
Que todo se logra con trabajo y algo de fe, no me lo vayas a repetir poque te escupo. Lo sé. Los medios masivos están paradojicamente llenos de mensajes de violencia, mentira política, propaganda inservible y autoayuda. Un error en la matrix. O será parte de la Conspiración hacernos creer que con sólo desear y trabajar un brasileño de las fabelas puede llegar a ser un ciudadano higiénico de Beverly Hills. Pienso en 1984 ahora. Tengo amigos que me lo niegan pero soy de las paranoicas que opinan: vas que vuelas para allá, sociedad. 
Al cine le encanta hacer el remake de historias de fama, es decir, tal jovencito quiere triunfar en la música. Y ahí los tienes, cientos de films que cuentan la vida de artistas ficticios o reales que luchan por sus sueños. Vaya frase más molesta: luchar por tus sueños. Le hace pensar a uno en sus propios deseos y si de verdad uno está, tal cual, como los protagonistas,  luchando por conseguirlos. Luchando. En toda la extensión de la palabra. Partiéndote la madre en las audiciones, soportando burlas y decepciones. En el mejor de los casos tu vida puede ser como la de Julia Roberts en 28 días: una que otra dificultad pero el final es sanamente aprobado por dios. Te puede ir un poco mal, pero aun dentro de lo aceptable, y convertirte en un Modigliani que, bien es cierto, el tipo muere a causa de su adicción, pero el tipo tiene hoy en día una película en su honor. Aunque hay que aceptarlo, uno tiene la posibilidad de ser un triste personaje en Requiem for a dream: terminar sin un brazo, en la cárcel, en el psiquiátrico o en un departamento de caballeros aristocráticos, todos mirando cómo entran y salen los juguetes sexuales de tu ano. Son el tipo de cosas que duelen escribirse y mirarse un fin de semana en el reproductor de video. El tipo de cosas que uno teme para sí mismo y para su descendencia, el tipo de cosas que a veces uno ve en sus casas un domingo en la madrugada, el tipo de cosas que le provocan a uno la desgracia. Hay que acostumbrarse a ellos y mirar el futuro con un toque didáctico de fatalismo. Diría Jodorowsky: No hay que sentirse superhombres. La pena, el fracaso y sobre todo la bien sabida muerte están volando fuera de nuestros parabrisas esperando turno en la sala de estar donde todo el sufrimiento ajeno que uno ve en Mujer, casos de la vida real hace fila impaciente para asaltar a estos hombres, que, aun con tanta civilización y enciclopedias, no hemos dejados de ser curiosos aldeanos asentados bajo las faldas de un volcán activo. 
Oh satán, ten piedad de mi larga miseria, Baudelaire.


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viernes, diciembre 04, 2009

Entrevista (II)



  - La extraño porque estoy aburrida, porque tengo pereza, porque el sol no ha salido, porque hace frío. La extraño cuando camino, cuando bebo agua o licor de café, cuando escribo. La extraño porque no sé de qué más escribir que no sea de ella, la extraño porque  fui alguien, más audaz, alguién sobre quien la gente hablaba regularmente. La extraño por el mismo pretexto que usaba para estar con ella. La extraño porque está lejos y la palabra es agradable en mi vocabulario. La extraño para hacer llegar a mí un poco de tristeza, la extraño para hablar de algo con usted. La extraño para salir de este estado de normalidad que no me lleva a nada; la extraño para cantar Moscas en la casa.
Esto de extrañar es una actividad rara. Es sedentaria, improductiva, apremiante. Tengo casi una centena de sus fotos, donde semidesnuda me presumía su colección de tatuajes. He pensado seriamente en tatuarme y seguir su tradición corporal, las perforaciones también son requisitos para parecerme un poco a ella. He pensado seriamente también que mi desviación sexual es más bien admiración y un poco megalomania. Una persona es más interesante si tiene alguna parafilia inexplicable. Aunque la bisexualidad no sea como tal una perversidad, igual llamas la atención en las calles. Y ni hablar de la puta fama que te hechas encima si escribes sobre mujeres que practican culilingulis. Lo de hoy, me he dado cuenta, es tener y escribir relaciones pornográficas, entre más numerosas e instintivas, más plausible será tu arte. Cortázar decía que todo lo que vale la pena escribirse está orientado a la nostalgia, y es cierto, aunque me da la intuición que estamos en la era donde todo lo que vale la pena leerse está orientado hacia el sexo. Ya ves el cine, las noticias, a la música pop le vendría bien un poco de ello si no fuera por la censura, canciones obsenas en la contracultura no hacen falta. La bendita fotografía amateur y profesional, la que se hace en casa a solas, la que se hace en un estudio. A la literatura no le quedó de otra más que fragmentarse: hay escritores que escriben sobre sexo, hay escritores que tratan sobre amor. Ya no sé cuál es más rentable. Personalmente prefiero el primer tópico, será por eso mi mala fama. Será por eso que la extraño.
- No creo que tu teoría sea bien cierta, Cortázar tiene un capítulo de Rayuela explícitamente erótico.
- Imposible de leerse. Sé que es erótico porque alguién me lo platicó, pero vamos, no hay persona que sepa leer eso.
- Debió haberla, alguien debió empezar el rumor.
- O tal vez no, se me hace un truco mediático para atraer a más lectores.
- Ese no cuenta como argumento.
- Me vale. Es la era del sexo.
- Siempre lo ha sido, ahí tienes al Divino Marques.
- El gran precusor, mi gran ejemplo también. Es imposible que alguien tenga las dos habilidades, o se es bueno escribiendo sobre el amor, como Benedetti, o se es bueno escribir sobre el sexo, como el Marqués.
- ¿Nada más?
- No, se me olvidaban los que no son buenos para uno ni para otro.
- Los que deben quedarse callados.
- A los que no se les debe editar. Una vez conocí hace no mucho tiempo, en una feria sobre la salud sexual precisamente, a una escritora de la cual yo estaba bien segura que cogía y narraba con la televisión prendida, viendo la Academía o alguna de esas porquerías.
- ¿Tan mala era?
- Al menos para la narrativa pornográfica. Puro voto de simpatía. Una editorial le publicó su hilarante colección de cuentos y yo, le compré unos cuantos que vendía sueltos. Pobre mujer. Y ella que se sentía la hija de Sade. 
- ¿Y para coger?
- A mí que carajos me preguntas, me considero amoral pero mira que irme a los baños públicos con ésa, va bastante más allá del bien y del mal.
- ¿Qué fue de ella?
- Envejeció, dejó de tener sexo y ahora escribe cuentos para niños; yo qué sé.

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