martes, febrero 09, 2010

Apuntes cortos de febrero (II)

Ya sin la nostalgia, ¿qué soy? Un híbrido cultural que está atento a la pizarra donde continuamente se repasan las lecciones que debe aprehender. Un homínido que tomó la escritura en la prehistoria como insignia de singularidad entre toda la naturaleza. Ya sin nostalgia, ¿qué soy? Un par de ojos perplejos con una conciencia saturada de un material imperecedero de teflón que no se interesa por nada, que no hace nada, que camina con los pies pesados en el asfalto buscando mínimo antes el pasado y ahora nada.
Ya sin la nostalgía qué soy, Ya sin el recuerdo que me encontraba cruzando la avenida de la ciudad y sin el deseo taciturno que a nadie le cuento de remoldear los días hechos aun con todos los miserables errores, ¿que soy?. Ya perdida la nostalgía, ya roto el cordón umbilical que lo sujeta a uno con su pasado, ¿qué soy?.
Ya sin el amor, ¿qué soy? ya sin esa mínima parte que mirándote en el andén se percibía se movía dentro, ¿qué soy?. Un concepto antropomorfo que a las horas de dormir se duerme sin pensar en otros. Un concepto puramente biológico sin ánimos o esperanzas de procreación, un concepto con botas pesadas caminando sin la dirección que antes usted me daba. Un concepto que se engaña engañando a otros con que se mueve. Ya sin el amor, ¿qué soy?. Ya sin ella, sin la irracional busqueda del concepto par, de sus brazos pares en mi cintura que al él le debió parecer en algun momento par, qué soy sino un bulto sin temores ni amores en el vientre,  sin sospechas ni sonrisas en los amaneceres, qué soy, sino un escucha que recibe a todos los muertos del planeta y de usted ni una llamada que done vida.
Ya sin usted, ¿qué soy?.
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Pintura: Impresionante soledad, Krysia González.

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domingo, febrero 07, 2010

Apuntes cortos de febrero (I)


¿Quién eres? pregunté al espejo, acaso un reflejo de un deseo antes que particular más bien universal, acaso una sombra de dos metros que camina detrás, acaso un cuerpo, acaso sólo unos labios, acaso la forma de un anhelo de romance post victoriano.
¿Quién eres? pregunté al espejo, esta vez sin una conciencia volatil que dijera: soy el amor.
¿Quién eres? pregunté al espejo, eres tus ojos, eres tu piel, eres la malicia que me sonrie si le sonrio, eres el amor que propone si le propongo más amor, eres la comisura de tus labios besándome si yo primero le beso, eres tus brazos que rara vez me usan en la ciudad.
¿Quién eres? me preguntó el espejo, soy tu reflejo, soy el amor que propongo.
No te conosco, sin derecho a réplica  me contestó el espejo.

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Fotografía:  "Los Amantes" Krysia Gonzáles

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viernes, enero 29, 2010

Mon Pierre



Llueve. Llueve en mi mente
Chapotean dentro los niños las piedras las gotas lo neumáticos en los charcos
Llueve, llueve en mi mente
Miro mirar mi ventana con la languidez que la música representa
Miro mirando a mi bien sabida melancolía a través del cristal, imaginando el coclear de la lluvia dentro de la canción
En el alféizar que a ella tanto le gusta recargar su espera
¿Dónde estás? Me pregunto, temo decir las respuestas más obvias
En otro ciprés metiendo ese corazón de clochar al que espero
Si lejos o cerca, si pensando en mí o complaciéndola
Llueve, llueve en mi mente
Miro mirar mi consuelo marcharse
Con mis horas
Con mis pensamientos
Que han llegado a ser sinónimo de ti
Ojos secos que no se cansan de pestañear mirando mirar cómo la besas
Mi boca seca resentida
Esperando esperar que vuelvas
Pero no con rosas ni con actos cordiales de la masculinidad
Pero no contigo, si no sin ti
Sin el que me deja
Sin el que me engaña
Sin el que llega sin que le inviten y se va sin que le larguen
Sin el conquistador,
Sin el que trae con él a mis viejos duendes del amor
Quiero a Pierre bajando de su coche en la alameda
Quiero el tejado destrozado,
Quiero la misma hermosa lluvia y hasta al mismo dios al que has invocado,  para decir:
Oh mon Dieu, que c'est joli, La pluie
Llueve, llueve en mi mente
Miro mirarte lejos con ese beso que no me das, Mon Pierre

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lunes, diciembre 14, 2009

Érase una vez


Aquí tenéis que ellos eran un matrimonio de poetas. Habían pasado juntos trece años  bajo nupcias menos cuatro de noviazgo universitario atípico, dadas las cualidades físicas de ella, dadas las virtudes masoquistas de él. Todo esto bien sabido ya que, cierto día, íntimos amigos ambos de un psicoanalista cuya licencia había sido retirada por sodomizar a sus pacientes, éste dijo lo siguiente: "No se sienta usted mal, buen amigo. Dejó escrito mi apreciable camarada Fromm (exageración fraternal, de hecho) que todos tenemos algo de sumisos en nuestra personalidad" cuando clínicamente le diagnosticó a él su preferencia por ser dominado. Mientras tanto, a ella: "¿Quiere una cerveza?"  cuando le fue sugerida la posibilidad de tener dependencia por la dominación.
- ¿Me quiere usted decir que soy sádica?
- Totalmente
- ¿Me quiere usted decir que soy maso?
- Dicho sea de paso. Verán, considero que son una pareja codependientemente simbiótica. Es facil, ella necesita mandar y usted que le manden.
Entonces se casaron.
Menos dos años además de cortejo, tiempo en el que él le seguía a ellas a todos lados esperando de su fémina elegida un abrazo, una mirada o una oración que le tuviera a éste por sujeto. Dos años iguales en los que ella lo arrastraba por bares, rodeándolo de cofradías insanas, disfrutando ésta cómo los ojitos verde de aquél le festejaban incondicionalmente sus sesiones sexuales con otros. "Deja a esa mujer" le aconsejaban sus amigos al ver desde una tercera y más honesta persona cómo ella lo tenía en calidad de admirador. "No" decía él como réplica a injustas e infundadas declaraciones en contra de su objeto de admiración.
A veces, bajo tardes de cariño y extraña reciprocidad, ella le pensaba tiernamente y, con una taza de café, se permitía imaginar cómo ambos de la mano paseaban por la zona suroeste de la ciudad en busca de una sala de cine o un hotel mas, a pocos minutos de la visión le sobrevenía a ella su bien clasificada inercia y se preguntaba altaneramente: Si después de todo sólo lo necesito de colchón, ¿por qué he de elegirlo a él?.Al pobre poeta se le volaban las esperanzas sin que lo supiera.
Y, sucedía siempre, cada noche, que éste idealizaba a su poetisa renunciando, bajo un acto de profuso amor, a su injusta promiscuidad apartando así del camino a cada uno de los hombres que le mandaban recaditos y besos. Él la quería única mas no ya virgen. Ambas cosas eran mucho pedir.
A siete años de constante matrimonio, el poeta, habiendo pasado tanto tiempo y tantos hombres además de él por sobre la poetisa, decidió compartir las viejas opiniones que sus nuevos amigos tenían sobre su mala actual mujer, y, estando ella leyendo alguna de sus novelas, dijo, por fin, él: "Quiero el divorcio"
Balde de agua fría para mí que no me lo esperaba: el pichón, tal parece, se ha curado.
- ¿Por qué? - responde ecuanime ella a pesar de sus ojos negros hechos platos
Habiendo esperado tantos días esta pregunta y, habiendo además ensayado su discurso muchas noches, el poeta declaró:
                           -  Eres inteligente pero muy perra
                               eres hermosa pero muy digna
                               eres delgada pero muy magreada
                               eres popular pero muy obsesa
                               eres elocuente pero muy ímpia
                               eres racional pero muy fría
                               eres cariñosa pero muy puta
                               eres talentosa pero muy puta
                               eres amable pero muy puta
                               eres muy admirada y eres muy cogida
                               eres alcohólica y eres promiscua.

Silenciosa se quedó la habitación después del poema más justo que le escribiese él a ella. Lo sabía la poetisa desde su silla de marrón contemporáneo, mirándole aun con su par de ojos anchos, aplaudía con su largo mutismo cada uno de los adjetivos que le habían dedicado. Los aplaudía y los aprobaba. Mas desde nacida, orgullosa y majadera, cerró la vista tres segundos mientras volvía a su posición de lector.
- Tú - dijo por fin después de buscar razones para darle la separación - eres un mal poeta.
Y el matrimonió se acabó.

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viernes, noviembre 27, 2009

Sin pretextos





Primero pensé que sólo eran ganas de coger cuando te vi en el pasillo
ganas de besar, ganas de abrazar, ganas de ir con alguien decente al hotel
ganas de juguetear en el metro como los jóvenes que a veces veo en los vagones
ganas de manosearte, ganas de que me toques, ganas de comprar condones en la farmacia
ganas de caminar desnuda
mientras se fuma y tu escuchas desde la cama los camiones transitar;
Luego pensé que quizá era también la soledad cuando el ir a buscarte se hizo más frecuente
alguien con quien platicar
alguien con quien leer a Ginsberg
alguien con quien ver a Tarantino
alguien con quien escuchar a Armstrong
alguien con  quien beber en los prados
alguien con quien esperar el transporte
alguien con quien ser citadino
alguien;




Vinieron los días en los que pensé que sólo era avaricia cuando me encontré con todas las mujeres que te buscaban al mismo tiempo que yo
te volviste un objeto para presumir frente a otras cuando al fin te tuviera;
Ese al fin nunca llegó y pensé en ese momento que seguro era puro gusto por sufrir
gusto por la depresión, gusto por el rechazo,
gusto por las tardes de regreso a casa donde nada tiene valor
gusto por estar en cama como inválida mientras se escucha la misma canción mismas quinientas veces
gusto por escribir quejas de despecho
gusto por la bohemia
gusto por beber
gusto por dormir drogada bajo el cobertor
gusto por coger con otros por decepción



después de las hosterías     después del latex      después de las cajetillas     después de la bebida
después de la reputación jodida      después de la poesía      después de la soledad
después de las melodías     después de la melancolía      después de los autobuses
después de las infidelidades     después de tu elocuencia     después de las hojas
después de las tardes    después del café      después de las dedicatorias
después de las caminatas    después de los amigos    después
terminé por pensar que sólo eres tú
sin pretextos.

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lunes, septiembre 28, 2009

Vicir contigo (3)


Puedo comenzar diciendo que son mi materia principal: recuerdos, anécdotas, experiencias, vivencias, pasajes, memorias... un largo etcétera de sinónimos que nombran una sola cosa, una sola acción mental, una regresión. Todas, las diversas formas filológicas de nominar al recuerdo: útiles adornos literarios. Cada palabra para cada nuevo estado de ánimo o estado de creación.
Pero el recuerdo, esa actividad sedentaria y dolorosa, aún más importante que el Amor (sí, el amor; el padre del universo, el camaleón, el imitador, el defraudador por antonomasia) qué es.
Un producto según su calidad gramatical, una manufactura; el algo interno de inestimable valor, de incalculable devaluación que pertenece a una doble naturaleza inherente de pasado y recreación. Tuvo que ser vivencia primero que se almacena, según su preferencia, en los primeros o últimos peldaños de la memoria; hay nepotismo ejercido contra uno mismo al recordar. No se califica un evento por la moraleja que dejó sino por la sensación placentera con la cual nos contaminó tres minutos o tres días. La elección de un suceso como trascendente no se determina por la utilidad, más bien por el bienestar momentaneo que ejerció sicomática y mágicamente; evento cual se repite en el instante débil de los hombres que, no pudiendo reemplezar o superar los viejos estados orgiásticos, se ven necesarios a repetir la anécdota incontables veces. Se da un proceso doble de creación en la que el pasado es renovado o deformado hasta conseguir el símil de exitación interna, nunca pudiendo igualar la sensación mas, quién la recuerda en esencia si al rememorar se practica el reemplazo a conveniencia del usuario.
El placer, nos repetíamos, tirados, sobre el sillón, verano fuera, cerveza en mano. El placer, me complacia involucrarlo cada que tu conversación se conducía sin querer hacia su doctrina y, yo, insuficientemente acostumbrada a definir otro concepto, te decía, por mero gusto gramatical, el placer.
La gorda curva de mis ambos ojos empezaba a ser hilera teñida con cautela de una toanalidad bermeja. Cierto que el sueño ya operaba mis juicios recurrentemente insípidos y decadentes; cierto que tu vientre y buena parte de tu esófago producían tonos casi igual de incongruentes que mis mal intencionadas frases; cierto que los ruidos que venían de tus entrañas inspiraban más curiosidad que todo el conjunto de teorías y hazañas que relatabas con elocuencia tuya; cierto que ambos, tus procesos orgánicos y mis relatos, coincidían en repetirse a pequeños intervalos; cierto, últimamente, que el placer es mejor escuela que el amor. No has aprendido nada de mi cine, el placer lo es todo, debí decirte tal aforismo-cliché cerca de cinco veces , tú asentías por convencimiento pasajero, para no desentonar con la cerveza, la música, el verano, la avenida y esa mejilla mía devota a tu falso ombligo.
Pareces feto, concluías.

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martes, julio 07, 2009

Vivir contigo (2)





A punto de tirarme sobre el colchón por culpa de la cefalgia. No sé, me digo, lo escribo.
Más me vale dejar que fluya el dolor de hemisferio en hemisferio permitiendo a la resaca hacer su negocio. Me detengo, de frente a la pantalla, por milésima vez en el año, y abro la ventana de la aplicación word. Veamos, me digo, lo escribo. Qué de nuevo quiere recetarme el cerebro, qué de urgencia o qué de dolencia o que ilusión de perdición tiene esta cabeza. Rasco sobre la superficie del enjambre de cabellos negros, eso no funciona ni en las letras ni en los examenes extraordinarios. Ave María, dame puntería, me grita un profesor de biología desde su 2008, año en que se quedó en la memoria registrado. Bien. Ya sabemos que la puntería no tiene chance en mi oficio. Bien. Si un simple movimiento dactilar no puede alborotar la crayola mejor remedio ofrecerá urgar en las causas del remordimiento del cuerpo.
Segundo acto. He llegado despues de algunos minutos a la cama. Sobre la hoja mi muñeca avanza con desesperantes pausas. Sobre la pantalla el reloj sus números intercambia, más rápido que lo lento de mi caminar por la libreta cuadriculada.
Nuevo comienzo para los viejos versos que te escribo desde el mes anterior y el anterior y, la anterior sucesión de procesos entre los dos es reconstruida y remasterizada.
Las ideas y su fatal ubicación tardan en distribuirse en la página. La destreza innata se mira truncada por la impacienica y, su frustrada trampa quiere censurar mis parrafadas.
¡Ven! Me invita desde el fondo a descender por el sueño. Estoy acorralada, estoy intentando ser mediocre. Dsesperada sensación que sólo la descripción de mi noche transnochada consigue amortiguar.
Te miro caminar, y no es payasada literaria, a travéz de la canción: es tu afónico acompañamiento; es mi noctámbulo sentimiento; es tu insaboro aderezo; es mi tristeza solidaria con un turno que abusa de la madrugada.
Fastidia reconquistar la pluma luego de una quincena en impía inactividad ergo de tu contacto en la banca del parque de la esposa del expresidente Juárez. Fastidia y desanima escapar de los opios de una bitácora narrada apenas esta mañana. Fastidia y desanima dejarte abandonado en el recuerdo a pena de tener que abordarte a razón en el cuaderno.
Fastdia, desanima y humilla hacer públicos los pensamientos que había acordado dejar añejando en este pliego de folios cuadriculados.




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jueves, junio 25, 2009

Vivir contigo (1)


Comenzamos el amor desde la noche anterior, con aproximación aseguro que es media hora antes de saltar, a riendas de la madrugada, al nuevo día. Tú y yo en la cama, sin hacer quejidos o gestos que inicien la actividad sexual. Sólo echados, sólo tirados en un suelo de resortes que bien podría ser andén o césped de algún parque. Los ojos abiertos, cada quien recibiendo estrellas o rayos solares, según su predilección, según sus recuerdos. Ignorantes uno del otro, ni tomados por las manos ni haciendo esfuerzo en abrazar las piernas, tal como desconocidos o viejos amigos que repulsan tocarse, tal como uno un fantasma y otro una mente de cuerpo solitario añorando el contacto. Esta noche, quedamos, seré yo la que rehúse entregarse al sueño, no sin antes aprovechar las ventajas de tener un ente imaginario a mi lado.
Comienzo por lo común, te sugiero tocarme, admirarme, besar el cuello, la cintura, lo necesario para darme cuenta de tu presencia. Yo, satisfecha y desdeñosa, volteo mi cuerpo a la orilla de la cama, para subir desde la alfombra hasta el cobertor, un ejemplar viejo de Julio Cortázar. Te entretienes con mi cuerpo mientras yo, repaso con la yema de los dedos, el voluptuoso libro parisiense. Es un ritual o un oficio recurrente, antes de llegar a la página citada, uno debe recorrer con calma y solmene admiración las hojas; una a una, escuchando el sonido al cambiarlas, una a una hasta llegar a la solicitada y revisar desde qué párrafo puedo empezar hablar sobre ti. Entonces leo, de tal manera que ambos nos correspondemos de distinta formas: tu encargo es corpóreo y el mío, por esta noche, como acordamos, es mental. Comienzo con una voz nerviosa, temiendo la equivocación, procurando no desentonar con el ritmo de la estrofa. Tú sigues las líneas orgulloso de ser el protagonista. Mi voz toma confianza, tus manos mi cintura como punto de reposo momentáneo. Entrelazados así, alcanzas a saber las cosas que intuyo de ti y que no pienso, las cosas que con mi percepción no conectan, las cosas que otro dice a través de mi voz. Hoy, París es nuestro escenario, y la fantasmagoría tiene para su relato dos narradores: Cortázar y yo.

Antes de llegar al final del capítulo que te dedico, un sopor indolente viene a censurar mis párpados. Caen y se levantan en menos de un segundo, quieren resistir y quieren entregarse a otro esquema. Se llama cansancio el que interrumpe la velada, no me quedan fuerzas para cerrar el libro, la puerta, la luz. Se rinden mis ojos conmigo, dejando caer la espalda en el espacio donde te encontrabas.

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